on este título ‘Y después de Franco ¿qué?’, el líder comunista Santiago Carrillo publicó un libro en el que no demostró precisamente grandes dotes de profeta, porque, calificándolo como ‘Juan Carlos, el Breve’, aventuraba un muy corto reinado para un jefe del Estado que permaneció casi cuarenta años en el trono, antes de abdicar. Luego, por cierto, Carrillo, el principal enemigo de Franco durante décadas, se convirtió, me consta, en el más devoto admirador de Juan Carlos I. Ahora, una vez cerrado, esperemos, el largo capítulo del Valle de los Caídos y la correspondientes exhumación y nueva colocación de la momia del dictador en Mingorrubio, cabría hacerse de nuevo la pregunta: y después de Franco -o sea, tras superar el último fantasma del pasado-- ¿qué?.
Pues eso: ahora, la vida real. Conste que me parece muy bien que quien fuera llamado, con exageración patente, el ‘generalísimo’, haya abandonado el mausoleo faraónico que hizo construir con tanto sacrificio de presos políticos. Pero me parece un episodio secundario de la actualidad, qué quiere usted que le diga; no había aglomeraciones callejeras pidiendo la exhumación de alguien a quien los jóvenes y no tanto ya ni recuerdan. Ahora viene otra fase. Escribo desde Antequera, a donde he venido para hablar ante una asamblea de un centenar de cooperativistas agrarios. Como usted puede suponer, se ha hablado aquí de casi todo... menos de Franco. Ese nombre no puede estar más lejos de las preocupaciones de mis interlocutores, angustiados, sí, por la inexistencia de un Gobierno en pleno funcionamiento -y no en funciones- que, como han hecho otros países europeos, sea capaz de defender los intereses españoles en asuntos tan peliagudos como los aranceles de Trump o las consecuencias económicas del Brexit.
Eso es lo que toca ahora, al borde ya de las elecciones. Dejar en paz el pasado y afrontar el futuro. Así, en corto y por derecho. Para mí, la última página de nuestra prehistoria (o sea, de aquella dictadura que nos sobrecogió tan largo tiempo) se ha pasado. El libro por venir tiene otras muchas páginas en blanco que no convendría, digo yo, seguir emborronando.