En 1940 el golpe de Estado de unos militares que hoy serían juzgados por rebelión armada, que costó un millón de muertos y enfrentó a hermanos contra hermanos y pueblos contra pueblos, fue el inicio de una larga dictadura nazi-fascista, fue ayudada por Alemania e Italia, que dio paso al racionamiento (¿bolivariano, señor Abascal?), con el estraperlo que enriqueció a los ganadores y empobreció a millones de españoles mientras la oligarquía franquista se repartió el botín, encarceló y fusiló a sus rivales, ante el rechazo de las organizaciones internacionales que cerraron la puerta hasta que (¿no se lo contaron señor Abascal)? el gobierno vendió parte de su territorio –Madrid. Cádiz– para que el amigo yanqui colocara aquí bases y armas.
Desde entonces y durante años el gobierno fascista incluía en las signaturas de aquellos niños y jóvenes la formación acorde con aquel gobierno. Adoctrinarlo, señor Abascal.
Y, ochenta años después, ¿qué predica? Pues seguir la política de Trump. Declararle la guerra a China. Prohibir –espero que no llegue más lejos– las ONG y aprobar una liga estratosféricas para implantar un estado vigilante para evitar todos los males que nos trajo esta democracia: las autonomías, la ayuda a los sectores más vulnerables –esos del salario mínimo social– y vigilar ¿armados, no? al País Vasco, Cataluña y Galicia que son los malos de la España en versión del opositor.
Avancemos unos años desde 1940: El 23-F de 1981 un tal Tejero inició pistola en mano el mismo mensaje del candidato Abascal: todo es por el bien de España. ¿Curioso, verdad? Y revelador. El citado candidato vivió siempre de la política (chiringuitos según propia confesión) sin actividad conocida. En su faceta como empresario –un hotel y un bar– fracasó rotundamente. ¡Cómo para encargarle gobernar cualquier cosa!
La España del líder de Voxinventa una historia que ha sido rechazada por expertos en Historia de la Edad Media: ni España existía ni la Reconquista es tal como la cuenta la tropa de Abascal y el Cid Campeador era un mercenario vendido al mejor postor, muy alejado del mito. Durante años nos han contado todos los cuentos.
El gran problema del aspirante es un problema histórico. De historia. De la que inventa. Pero en el fondo a ellos les interesa que no se conozca su historia. La que cuenta el enriquecimiento de los franquistas y el botín de guerra: prebendas, puestos, negocios, cargos que llevan disfrutando desde hace ochenta años. Claro que lo sabemos.