Luchas congresuales

Arrancan unas semanas, meses de aparente y frenética pugna congresual de los cuatro partidos que ahora mismo contemporizan el escenario electoral en España. Hace unos días cerraban el suyo Ciudadanos, donde parece que empiezan a tener claro qué quieren ser de mayores, que no es poco, otra cosa es si ese tren ha pasado y el declive de la formación es inexorable. En unos días será el congreso del Partido Popular, donde a pesar de alguna búsqueda de cierto ruido en alguna enmienda o posición, nada se moverá siquiera un milímetro, así es el mandato férreo y hermético del presidente del partido, y donde nadie criticará en voz alta absolutamente nada, incluso la pérdida hace trece meses de un tercio de votos y escaños, pues eso ya es tiempo pasado, ¡ver para creer lo bien que sienta a la formación y al Gobierno no tener mayoría absoluta!, así de claro.
Pero sin duda los dos congresos que coparán la atención de verdad serán los de la izquierda. Bueno, en realidad, el de Podemos y en otro plano personal el de los socialistas, que aún no tienen muy claro dónde quieren estar en el pastel electoral y partidista de este tiempo de modernismos superfluos.
Los de Podemos ya no disimulan su enfrentamiento total. El choque de trenes es inminente y uno de los dos maquinistas empieza a sobrar. O Iglesias o Errejón. El que pierda se va. Tardará más días o más semanas, pero se irá. No hay vuelta atrás y lo que es peor para ellos, pero más sano para la transparencia y el debate, no se molestan siquiera en disimular el enroque, la tensión, el enfrentamiento y el frío distanciamiento entre los dos amigos, hoy adversarios encarnizados. El cántaro se ha roto, pero la fuente no mana agua, sino sangre, discordia, rabia y desconocimiento mutuo en quienes antaño eran uña y carne. Un clásico en la izquierda. Lo vivieron en los noventa en el socialismo, también en los ochenta en el comunismo, y de aquellos lodos estos embarramientos.
Mientras los socialistas juegan al despiste, o en ello se afana la lideresa regional andaluza. Mide, amaga, piensa, rectifica, intenta, juega al despiste y aún no se pronuncia. Hizo lo mismo hace dos años y el resultado es el que es. Tanto mover la silla para luego acabar de bruces en la nada y en la picota. Se antoja una lucha a cara de perro igualmente en el dominio andaluz sin patrón y, lo que es peor, de momento sin proyecto. Entre el uno y la otra, no cabe el del medio. Sánchez y Díaz escenificarán una lucha cainita donde no terminará en tablas ni en abrazos de Vergara. Si no en el final político de aquel si pierde, o el repliegue a su taifa andaluza de esta y a resistir mientras las urnas le permitan seguir gobernando o la aritmética postelectoral.
El juego continúa. Pero, ¿le importa al ciudadano medio el posible espectáculo o la sobreactuación de estos días y los próximos? Definitivamente, poco o nada. Pero el espectáculo debe seguir.

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