LOS disidentes tienen tan poco futuro en China como en cualquier otra dictadura. De ahí que en ese país se lleve tanto la sumisión. El régimen ordenó que no se podía tener más que un hijo y las familias obedecieron con tal mansedumbre que las mujeres tiemblan cuando el ginecólogo les comunica que están embarazadas de gemelos. Sin embargo, los cangrejos peludos de Shanghai van a su aire y las hembras llegan a poner hasta un millón de huevos al año, con lo que arruinan cualquier política de control de la natalidad. Y lo peor es que se han convertido en una de las especies invasoras más dañinas del mundo y están a punto de tomar por asalto el Miño. Habrá que equipar con aletas, bombonas de oxígeno y arpones a los yihadistas del eucalipto para que frenen la expansión antes de que empiecen a cortejar a las nécoras y a las centollas.