Rivera y Ciudadanos han caído en la tupida telaraña que la política crea y acaba atrapando. Las contradicciones tienen una factura muy amarga, amén de fractura interna que se evidencia tarde o temprano. Como partido de talante liberal, al menos en el discurso, decidir es el gran reto. El reto de sobrevivir y tener esencia y existencia después de este tiempo político tan distinto y distante de todo lo visto hasta el presente en cuatro décadas.
La telaraña tiene partes débiles, y otras más tupidas, que apenas dejan ver, menos respirar y pensar por tanto. Rivera está ante el reto más difícil de esta corta, aunque decenal, carrera política. Apoyar o no el gobierno de Rajoy. Fagocitar o no esta legislatura y alfombrar pétreamente el camino a unas terceras elecciones. Permitir la investidura y situarse en la oposición sin moverse un milímetro. O simplemente ser responsable. Porque la esencia hoy de todo gobierno es la gestión, con personalidad, con criterio, con decisión y firmeza. Más allá de lo que cada mañana digan o abran los titulares mediáticos.
El precipicio no es permitir o conformar un gobierno con Rajoy, es ir a unas terceras elecciones donde todo apunta que Ciudadanos seguirá con la sangría de votos. Sin consolidar su partido a nivel nacional y máxime en comunidades como Galicia y País Vasco donde su implantación es tan exigua como errática y sin discurso de ningún tipo.
Ha llegado el momento de decidir qué quieren ser de mayores. Ni siquiera han entrado en la adolescencia política. Son las reglas de juego imperantes con las circunstancias cambiantes pero única. El tres solo pasa una vez. Y es el momento. La hora de la madurez política que puede encumbrarle o por el contrario, defenestrarle totalmente. La irrelevancia se vence con decisión, con carácter, con valentía política, y mucha, mucha audacia. No es tiempo de más errores ni de fintar, acaso amagar y no saber donde ubicarse. El electorado toma nota, frágil, pero la toma. Condenó con un tercio de diputados menos al partido del gobierno por su carente falta de pedagogía durante estos cuatro años, alérgico a toda explicación a los ciudadanos y por la debilidad interna frente a corruptos y sinvergüenzas. Pero ese mismo electorado ha confiado en el partido, ese mismo partido que aun no se ha renovado ni lo está haciendo de momento, para centrar los destinos de España y de todos. Ciudadanos tiene ante sí su prueba de fuego y Rivera el trampolín definitivo.
Los maximalismos no conducen a ninguna parte. El victimismos menos. La arrogancia y la vanidad se paga en las urnas. Pero el sentido común tiene recompensa, a medio y largo plazo desde luego. La telaraña es resistente, incluso en el tiempo. Si Rivera llega a un pacto de gobierno y con presencia en el gabinete de nombres y personas de su partido, aunque no necesariamente él, aguantará cuatro años y torcerá el brazo a quiénes se parapeten en el inmovilismo frente a las reformas que España necesita y la tan necesaria regeneración horizontal y vertical, institucional y partitocrático. El reto es titánico. Pero está al alcance de la mano, eso sí, fuera de atalayas y costumbrismos jacobinos.
Nunca como hasta hoy la responsabilidad ha sido tan alta y exigente. De lo contrario sabemos lo que se avecina, como el devaneo del nacionalismo y sus votos en la elección de Presidente de las Cortes, recte, Cámara Baja. Todos juegan a lo suyo. Más allá de la retórica, de la demagogia, del chantaje, está también el realismo político, no el de Kennan, pero sí el de los puestos, los sitiales, la relevancia por efímera que sea.
Madurez política sobre el alambre de una telaraña diminuta pero resistente. Es el interés general.