Patria

Llevaba tiempo interesada por la lectura de esta obra maestra de Fernando Aramburu y, aunque la crítica era inmejorable, debo reconocer que está superando con creces lo esperado.

El escritor nos adentra en un País Vasco lleno de resquemores y resentimientos en la época en la que el grupo terrorista ETA decidió bajar sus armas para siempre, sin embargo, no pudo despertar a los muertos que hizo rodar por los caminos ni lograr el perdón de muchos de sus vecinos.

Patria es una novela de un realismo que duele. Nada existe porque nada hay. Solamente miedo y silencio por temor al miedo, mientras dos bandos se peleaban por demostrar su supremacía y, uno de ellos, por castigar al otro con la muerte.

Ideologías políticas opuestas que existen desde que el mundo es mundo y que nos ayudan a comprender con crudeza la fuerza devastadora de una guerra civil que ocurría a pocos kilómetros de aquí, mientras el resto de vecinos regionales, éramos debidamente informados de las masacres en los telediarios.

Y, más allá, de si tenían más razón unos que otros, la novela te pone sobre la mesa las convicciones que movían a los de un lado y a los del otro a pensar del modo en que lo hacían. Claramente, aquellos que utilizaban la violencia para hacerse escuchar, lograron que sus criterios perdieran todo peso.

Vecinos contra vecinos y algunos contra sí mismos, contra su miedo. Callados por no saber qué decir o, simplemente, por no querer casarse con ninguno, por desear no significarse para evitar represalias o, simplemente, porque no querían expresar su preferencia. Y en esa callada por respuesta empieza el dolor del alma de aquellos que los necesitan. Porque si horrible es una guerra, terrible es sentirse solo.

La novela es árida en sus descripciones de un realismo únicamente comparable a la crudeza de la pandemia que vivimos y que te hace pensar que nadie va a ayudarte si no te ayudas tu primero.

La obra, que debería ser de lectura obligada, te muestra en cueros una guerra silenciosa que podría ayudar a más de uno a comprender que la peor de las batallas es la que se libra entre amigos, familiares y vecinos. No sabes con quien cuentas porque, exceptuando un grupo de enardecidos o de cargos relevantes, en el fondo y sospechas al margen, nadie sabe quién es quién.

Una vez que el lector se sumerge en la lectura de esta obra, todo cambia. El tiempo se para y solamente podemos conformarnos con la realidad que estamos viviendo por el virus que nos acecha. Pensar que muchas personas y mucho antes que nosotros, aquí, en Irlanda, en la Guerra Civil, en Bosnia y en cada rincón del mundo, se ha librado o libra una masacre de cualquier índole. La nuestra es contra un bicho invisible. La de los anteriormente mencionados era contra vecinos, muchos de ellos silenciosos delatores.

Los libros llegan a las personas cuando tienen que llegar. Nada es por casualidad. Todo sucede en el momento preciso y, esta novela, dejará una huella imborrable en mi alma que me ayudará a crecer y a resistir como otros lo hicieron antes y en condiciones, si cabe, mucho más adversas.

Les invito a adentrarse en esta obra que les hará pensar, minimizar los efectos colaterales de esta triste realidad parcelada por la que atravesamos y comprender lo que es una guerra entre hermanos y sus secuelas. Al hacerlo, uno se da cuenta de que en el País Vasco vivieron su pandemia particular durante cincuenta años. No hay que recurrir a la gripe española para encontrar referencias de enfermedades arrasadoras. La peor enfermedad es la intolerancia y el deseo de aniquilar por ella.

Patria

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