Memoria histórica en las calles

El ayuntamiento de Madrid anda a vueltas con la “memoria histórica” para corregir su callejero en una doble dirección. Por un lado quiere recuperar la memoria de personas  que aportaron algo relevante que merezca ser recordado por los vecinos de la Villa. 
Es el caso de Juan Carlos Argüello, conocido como “Muelle”, un grafitero fallecido  hace veinte años, al que el Grupo Municipal Socialista propone para dar nombre a una calle en el distrito de La Latina alegando como méritos haber sido el pionero de ese movimiento en España, “creando un estilo conocido como “flechero” que sentó las bases para artistas urbanos posteriores”.
El grafiti es una forma de expresión que tienen sus autores dando rienda suelta a su imaginación con textos o pinturas de gran impacto visual. ¿Cuánto hay de arte y cuanto de vandalismo en este movimiento urbano? Sin duda, algunos grafiti caben en lo que se entiende por cultura y arte en el amplio significado de estos términos, pero devienen en vandalismo cuando los grafiteros emborronan el mobiliario urbano y las paredes y portales, públicos o privados. 
Pero nada que objetar a la decisión del consistorio madrileño de rescatar la memoria de “Muelle” que, dicen, es “un símbolo de la libertad de expresión en los primeros años de la democracia”. 
Sensu contrario, el mismo ayuntamiento de la Capital quiere eliminar del callejero todo residuo del franquismo y vincula con la dictadura a personajes de las letras, como Cunqueiro, Pla, Mihura o Jardiel Poncela; de las artes, como el genio del surrealismo, Salvador Dalí; figuras del toreo, como Manolete, y muchos otros creadores. Una lista  que purga a personajes de talla universal cuyo delito fue trabajar en España en los oficios de escritor, pintor, torero o en otras profesiones, que ya penaron viviendo bajo la opresión de la dictadura. 
Con todo mi respeto hacia los grafiteros, entre el “arte” del grafiti y la belleza de la prosa de Cunqueiro, el teatro de Jardiel y la obra de los demás creadores, la duda ofende. Pero la política es así y los “debates retrospectivos” que tanto gustan a los ediles que gobiernan en Madrid -y en ayuntamientos de Galicia-, rebosan sectarismo e incultura, no por  rescatar a un grafitero, sino por querer desterrar a eminentes escritores, artistas y pensadores.
Parafraseando al cantautor Quico Pi de la Serra, en este país, si los políticos mediocres y quienes les aplauden volaran, no veríamos el sol.   

Memoria histórica en las calles

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