Hoy quiero volver a sentirme niño aunque solo sea por un tiempo, el que tardo en plasmar en mi ordenador mis desordenadas ideas tras un fin de semana de celebraciones y nuevas sensaciones. Cierro los ojos y noto que me encuentro sentado en una de las butacas del cine Losada de Ourense, donde en mis épocas infantiles se estrenaban las películas que llegaban de la factoría americana. Y como en esos años empecé a volar, imaginariamente, por la vieja sala. Volé como Peter Pan acompañado de la fiel Campanilla. Los personajes creados por Jame Matthew en 1904 que no crecían y así poder vivir eternamente en la isla de Nunca Jamás para disfrutar de historias fantásticas en unión de los niños perdidos. Aquí cambio la narración del cuento para incluir a los niños perdidos, los de Podemos, que en menos de un año se han hecho mayores. En sus oídos resonando la frase que Peter Pan les decía a los tres hermanos: “No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos”.
Abro los ojos y me encuentro con otra historia que se convirtió en realidad tras el recuento de los votos del 24 de mayo, pero en la que hay muchas similitudes con el cuento, que sigue generando exclamaciones en los niños cuando lo ven por primera vez. La realidad es distinta a la que figura en la narración infantil. Los niños y niñas se han convertido en adultos y se han metido en política. El País de Nunca Jamás se ha transformado en una realidad diaria con millones de parados, corrupción por doquier, las arcas municipales y autonómicas vacías, las personas acudiendo cada vez más a centros sociales para cubrir sus necesidades mínimas, miles de ciudadanos viviendo en las calles y miles de pisos vacíos, los bancos cerrando los créditos y cientos de miles de familias en las que no entra ni un euro… Esa es la realidad de un país real y no de cuento infantil. Una realidad con la que se han encontrado los niños que se hicieron adultos. Una realidad que me gustaría nos dijeran como van a solucionar con hechos reales y no con polvos mágicos como hacia el Campanilla.
En todo este proceso las redes sociales están dejando con las vergüenzas al aire a algunos de estos políticos de nuevo cuño. Los 140 caracteres de Twitter les han retirado la máscara con la que se cubrián como salvadores de un nuevo orden social nacido de la calle y con libertad para entrar en capillas o lanzar comentarios tremendamente peligrosos por la red. Esa red de redes que tanto han utilizado para las movilizaciones y que, mal usada, se ha convertido en un bumerang que les ha reventado en la cabeza. Yo perdono, pero no olvido. Esas personas no pueden estar ocupando cargos públicos. Por decencia tendrían que haber dejado su acta de concejal.
Espero que los jóvenes que llegan del País de Nunca Jamás nos ofrezcan algo más que los polvos mágicos del hada. La teoría, de palabra, la conocemos. La escrita poco menos. Ahora hay que poner las cartas encima de la mesa de las decisiones políticas. Hay que gobernar para todos.