EL PIRÓMANO

El fracaso y odios generados al aplicar la ley de memez histérica nos obliga a repetir acontecimientos ocurridos los siglos XIX y XX. Otra vez, abiertas en canal, las dos Españas que hielan el corazón; bien precediendo con cirios a los curas, alumbrándoles el camino, o detrás de ellos arreándoles estopa a discreción. Política de columpio y tentetieso: absolutistas y liberales, demócratas y totalitarios, conservadores y progresistas.

La trasnochada izquierda tras su identidad perdida o la crítica derecha buscando un lugar al sol. Estas son las opciones de un pueblo sojuzgado por la discordia. Que llevan a unos a perder fuerzas y extenuarse en la lucha fratricida contra los otros, pero donde el perdedor conforme se recupera vuelve endemoniado al campo de batalla para que un Gutiérrez Solana pinte su tenebrosa España negra.

Cuando la izquierda pierde el poder se lanza a la calle pretendiendo doblegar la soberanía nacional

 

Todo se repite machacón como si el país hubiera tomado nata de más y abriese en paradojas arcadas políticas cada cierto tiempo. Ejemplo, elecciones municipales de 1931 que dieron la mayoría cualificada a los concejales monárquicos y, sin embargo, alumbró la República. Conocemos lo que vino después: ineficaz gobierno burgués, revolución de Asturias, asalto al poder por los comunistas y anarquistas, quema de conventos e iglesias, persecución religiosa, asesinatos, trágica guerra civil, dictadura…

Cuando la izquierda pierde el poder no acude a ocupar sus escaños en el Congreso sino que se lanza a la calle pretendiendo doblegar la soberanía nacional. Son los antisistema, los periclitados sindicatos que indignan con sus parados, las cábalas de Alfredo Pérez Rubalcaba responsable directo del desastre ejerciendo poder durante diez años y ahora pirómano Fouché para incendiar la calle con turbulentas manifestaciones y huelgas generales… Si tiene más morro se lo pisa.

 

EL PIRÓMANO

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