UN SOÑADOR…

Quizá sea el menos indicado para recordar a Manuel Fraga. Creo, no obstante, que se lo debo. Todo se ha cuestionado sobre él. A favor y en contra. Por activa, por pasiva y por perifrástica. Incluso muchos lo han hecho intemporal –siempre presente y bajo el mismo parámetro– incrustándolo fuera de los días y lugares concretos por él vividos. Así quien lo vilipendia al imputarle haber sido repudiado –a consecuencia de sus inclinaciones personales– por su familia, amigos y sociedad dejándolo morir solo y abandonado. Tampoco resulta creíble tachar a Dios de tuerto respecto a opciones políticas de derecha o de izquierda.

Fraga fue un cerebro dúctil y atirantado, piedra angular y básica del centro derecha español

Cada uno es uno mismo y su circunstancia. Sonrío ante tanto ideólogo y furibundo comentarista como si hubieran habitado en la piel del “León de Villalba” (película de Almódovar). Bla, bla, bla. A toro pasado cualquiera es héroe y viste las luces de este reformista Esquilache gallego. Un soñador para un pueblo que agotó –acertando muchísimas veces y equivocándose muy pocas– su vida al servicio de lo demás. Como vocación política justificadora y universal. Con solidaridad solitaria arquitectónica para fundamentar los cimientos del Estado. “Un hombre austero –en el famoso personaje de Buero Vallejo– que… nada quiere para sí. Un hombre capaz de enfrentarse con toda la “ciudadanía” española si tiene que defender cualquier medida que pueda aliviar la postración de un país que agonizaba”.

Un mandatario público, racional y apasionado por sus amores a España y Galicia. Capaz de perdonar hasta setenta veces siete –Carrillo al canto– mientras se le niega en aras de una tal memez histérica. Un cerebro dúctil y atirantado, piedra angular y básica del centro derecha español. Un alma que no ha dejado a nadie indiferente. Con título, “don Manuel”, ganado a pulso, al aceptar responsabilidad y destino como constructor providencial de su vida.

UN SOÑADOR…

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