Tribulaciones

Portazo al futuro del naval... ¡otro más!”, twitteó un amigo, iniciándose con otro interviniente un twitteo de asertos y respuestas a raíz del dictamen (poco convincente) de la Comisión Europea sobre el dique flotante. “El portazo no es al naval; es a un modus operandi”. “El siguiente: vender o alquilar”. “Las privatizaciones en este país son traicioneras”. “Hay un ejemplo cerca del que copiar: la privatización de la Siderurgia Nacional Portuguesa”. “No puedes confiar: Vulcano, en Gijón; un destrozo sin igual”. “Aquí, las recogen grandes grupos y fondos buitre que no buscan futuro”. “Ese es el quiz de la cuestión” añadí yo, sarcástica, “gracias a políticos y sindicatos”, motores de cambios legislativos que no se producen, quedándome por decir que hubo quien estuvo dispuesto a darle uso a terrenos de Astano bajo cualquier fórmula jurídica que se le plantease y fue desbaratado el intento a golpe de megáfono y manifa por quienes tampoco es futuro lo que buscan.
Varios emprendedores de la zona, vislumbrando la debacle que se le venía encima a Ferrol debido al monocultivo naval, vieron la necesidad de hacer algo; era urgente reinventarse y resultar competitivos. Organizaron en FIMO una memorable Jornada de 24 horas de tormenta de ideas; allí alguien expuso el caso de que la Comisión Europea había obligado a la Siderurgia Nacional Portuguesa a privatizarse o cerrar, porque no podían seguir siendo financiadas por el Estado sus continuas pérdidas ya que era, es, contrario a las normas de Competencia y a la concurrencia en el mercado en igualdad de condiciones.
El Estado portugués preparó los pliegos de condiciones para proceder a su privatización, exigiendo un plan industrial que asegurase la pervivencia de la Siderurgia y a cumplirlo en un plazo determinado; de no cumplirlo, revertiría al Estado sin indemnización alguna. Dio origen a dos empresas siderúrgicas fabricantes de productos largos y planos, generadoras de puestos de trabajo de estables y de calidad y hoy, a pesar de la crisis, son competitivas a nivel mundial, exportando a todo el mundo y también a España.
Algunos de los presentes, asidos a la teta que manaba sin control y acostumbrados con Defensa a presupuestar a lo que salga, exclamaron “¡De privatizar, nada!”. Pasado el tiempo... los noruegos quedaron tan contentos que para las siguientes fragatas ni presupuesto pidieron; la que estaba en construcción a la par, para nuestra Defensa, les dobló el precio; los submarinos, fallando en algo tan básico como es el control pesos y dónde se colocan pues afectan al centro de gravedad del ingenio y a su estabilidad, dejaron en chascarrillo la petición de Feijóo de que Navantia “tiene que activar su departamento comercial para conseguir pedidos”. Tocada para nuevas oportunidades comerciales, espera que por obra del Espíritu Santo le caiga un barco.
Con este panorama, lo del dique, flotante o sin flotar, si tan buen negocio es ¿no pondría un grupo inversor la pasta?  En todo caso, es una decisión empresarial; no de propaganda política provocando un hundimiento cada vez mayor: Cajas de Ahorro, estafas de las preferentes, aeropuertos vacíos, autopistas sin circulación necesaria para ser rentable, centrales eléctricas de gas natural casi paradas por falta de consumo mientras que el Plan de Renovables está paralizado para justificar el funcionamiento de las plantas que importan combustible fósil, etc... Consecuencia de decisiones políticas adoptadas por  bobos, ineptos o faltos de escrúpulos: recortes en sanidad, educación, pensiones, dependencia. Y aún así, se insiste: “O dique, primeiro hai que construilo, logo dar explicacións”.
El PSOE quiere que Montoro y Soria comparezcan en el Senado para dar cuenta del no al   dique. No estaría de más interesarse por Miguel Cortizo, delegado del Gobierno en Galicia cuando, con un pie fuera del cargo, sacó el tema del dique. ¿En qué criterios técnicos, de viabilidad, financieros y, sobre todo, de legislación acompañante se basó para echar un globo que no ha sido más que una estafa de ilusiones? Alguien podrá pensar que si hubo dinero para el puerto de Langosteira, el aeropuerto de Castellón, el Gaiás..., a ver por qué no para el dique. “Grave desventaja  es que Ferrol carece de peso político”, concluyó mi amigo la sesión de twitts.

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