Una semana insana sin duda esta última, en la que han aflorado algo más que sentimientos o devoción en esto de la Semana Santa ferrolana. Porque pasión, eso sí, no falta, aunque sea a cuento del vocerío de quien se siente herido pero que no lo está en opinión de quien se pueda considerar el antagonista. No hay más que ver los comentarios a cuanto se ha dicho para volver a intuir la sinrazón que tanto distancia a unos de otros cuando ambos se niegan a escuchar. Vivimos de espaldas a nosotros mismos, sujetos a argumentos exclusivos pero, sobre todo, excluyentes. La Semana Santa no debe ser una cuestión política, ni tan siquiera una discusión social. Pese a las voces discrepantes, nadie debería eludir su trascendencia, menos en cualquier caso de la que se le atribuye en cuestiones más mundanas. Pero es esto, al fin y al cabo, de lo que parece que nos preocupamos con más contundencia que resignación. Debate insano y yermo frente a la razón y la transigencia.