No todas las iniciativas de Podemos, a través de sus diversas franquicias de tapas autonómicas y locales, son insensatas o utópicas. En el Senado han abordado una iniciativa sobre las diputaciones provinciales, pero se han encontrado con que el PP y el PSOE, matrimonio de conveniencia y de connivencia, han formado un tándem en el que ambos partidos están dispuestos incluso a llamar a la Legión, antes de que desaparezcan las diputaciones provinciales.
No es cierto que las diputaciones provinciales sean innecesarias o inútiles, porque llevan a cabo una labor de coordinación y servicios para los municipios pequeños y medianos, que si no existiera habría que inventarlos, pero no es menos cierto que eso se podría llevar a cabo a través de una consejería autonómica, que coordinara ese trabajo en cada una de las provincias, sin necesidad de ese protocolo, antiguo y señorial, de presidentes, vicepresidentes, diputados provinciales, automóviles, maceros y demás guarnición.
¿De verdad es necesario un parlamento provincial para asfaltar una carretera o arreglar una acequia o aumentar los camiones de recogida de basuras? Y, además de los plenos, ¿son imprescindibles las diversas comisiones, sobre educación, comunicación, medio ambiente y un largo etcétera? Está claro que no, pero si achicas las diputaciones provinciales, o las transforman en aras de una mayor eficacia, esa inmensa agencia de colocación que son los grandes partidos se quedarían con mucha menos tarea. Otrosí, hay autonomías que han descubierto la comarcalización, que viene a ser como una diputación de la señorita Pepis, vamos, que de comarca en comarca, cualquier día inventan las diputaciones provinciales, la autonomía y -¡quién sabe!- incluso el Estado.
Empiezo a sospechar que cuando la robótica haya sustituido a los taxistas, los empleados de Banca, los conductores de tren y el transporte de reparto, cuando se haya transformado profundamente la sociedad, si el PP y el PSOE sobreviven, pervivirán también, como muestra arqueológica, las diputaciones.