Desconfío, desconfíe, de quien todo lo carga a la cuenta de la imagen. No se fíe demasiado de esos que piensan, y dicen, que, más importante que ser algo es parecerlo. Vivimos en un país de eslóganes políticos triunfalistas que animan a creer en una nación en progreso, pero luego el humo se disipa y resulta que la montaña de la “grandeur” a bombo y platillo parió un ratón.
Así, vamos del flamante ‘“España Suma” recién horneado por el Partido Popular hasta el ya veterano “Siempre hacia adelante”, que acompañó al PSOE en la última campaña electoral, pasando por el controvertido “Más País” que se atribuía –no sé ya si con todo fundamento– a los planes de futuro de Íñigo Errejón, la principal pesadilla de “Sí, Podemos”.
O aún transitamos por el “Vamos, ciudadanos” con el que la formación naranja de Albert Rivera nos animaba a apoyarle en las urnas. Y ¿qué resulta de tan vibrantes llamadas dialécticas, de tan flamígeras convocatorias? Temo que no mucho, al menos hasta el momento.
Lo de “España Suma” aún concitaba entusiasmos en la concentración del Partido Popular para apoyar el pasado lunes la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como nueva presidenta de la Comunidad de Madrid.
La idea, una ampliación del “Navarra Suma” que ganó las elecciones autonómicas, pero no el poder, en la Comunidad Foral, consiste en proponer una coalición, desde ya y a escala nacional, del Partido Popular y Ciudadanos, que concurrirían juntos en muchas circunscripciones y en las listas para el Senado.
Un proyecto que limitaría las expectativas electorales de Vox (eslogan: “Por España, Hacer España grande otra vez”) en virtud de la endiablada aritmética impuesta por la normativa electoral, pero que tiene un inconveniente de partida: a Ciudadanos no le gusta nada la idea, sobre todo porque ha sido lanzada por el Partido Popular, precisamente la formación con la que los “naranjas” quieren disputarse al menos el liderazgo de la oposición, ya que de momento llegar al Gobierno se ve un poco lejos de más.
Lo de Íñigo Errejón, en el otro lado, es algo más complicado. Parece que la marca “Más País”, que amplía el lema de “Más Madrid” con el que el exdirigente de Podemos concurrió a las elecciones municipales, ha sido registrada por un oscuro excandidato podemita por Albacete, que habría madrugado otros planes, si es que el vacilante Errejón alberga en su mente algo semejante a lanzarse a la lid nacional en caso de que haya nuevas elecciones generales.
Vana pretensión, a mi juicio, esta competición por un eslógan: Barack Obama no ganó la presidencia de Estados Unidos por haber puesto en circulación su famoso “Yes, we can”, sino precisamente por ser un candidato nuevo, inesperado no muchos meses antes, con ideas frescas y capaz de suscitar atención y pasiones. Y ya me dirá usted dónde está hoy nuestro Obama.
No sé, no sé si, como piensan los Redondo de este mundo –y ahora el mundo este que nos rodea es de los Redondo–, son la corbata o la falta de ella, los gestos o el hieratismo, los micrófonos o la huida de ellos, lo que potencia a un candidato sobre otro.
O la temeridad –llámele valor, si quiere– de un líder sobre la falta de iniciativas de otro. Las ideas y los proyectos grandes son, deberían ser, los ejes que mueven el mundo político, no el ser el centro de los comentarios por dar los volatines mejor que el resto de la concurrencia.
O por, pongamos otro ejemplo, haberse dejado barba este verano. Que es la única novedad que hemos apreciado en la reaparición el pasado lunes de Pablo Casado, no sé si para distanciarse físicamente de su parecido con Albert Rivera o simplemente porque, en vacaciones, es más cómodo no afeitarse.
Confío sinceramente en que las novedades que han de anunciarse en los próximos días por nuestros dirigentes políticos, ahora que el plazo fatal se acerca –queda solamente un mes–, sean más sustanciosas que lo que les ocurra a las barbas de tu vecino, ya sea que crezcan o que las pelen.
España no se define en un eslogan. Ni en cuatro: es mucho país el nuestro como para encerrarlo en juegos malabares de meras palabras bonitas y brillantes.