Francia, en vilo

Doscientos treinta y un muertos en actos terroristas en año y medio, en un solo país, en Francia, son muchos muertos: en concreto,  diecisiete en el atentado de enero de 2015 contra el semanario Charlie Hebdo;  diez meses más tarde otros ciento treinta en la  cadena  de ataques  en las inmediaciones del Stade de France  y en la sala Bataclan; ochenta y cuatro, de momento,  en Niza, hace unos días, en plena celebración de la fiesta nacional.  Y eso que justo antes de la Eurocopa se abortó un golpe “especialmente mortífero”, en palabras del primer ministro Valls. 
Inevitable  es, pues, que la opinión pública se debata entre la inquietud y la incertidumbre. Y que junto con  instituciones y expertos en seguridad y defensa se pregunte si el país se encuentra debidamente protegido, si las políticas desplegadas al efecto por el Gobierno están resultando  eficaces, y si se podía hacer más y mejor. 
Ni allí ni mundo adelante se entiende, en efecto, cómo los autores de los atentados, conocidos prácticamente todos por la policía, los servicios de inteligencia y por las autoridades judiciales y penales, se han podido desplazar por Francia y Europa adelante fuertemente armados y ejecutar los ataques sin que los teóricos muchos medios de vigilancia lo hayan impedido.  Es esta precisamente la gran pregunta que se ha hecho la comisión de investigación creada en el seno de la Asamblea Nacional, cuyo minucioso dictamen se dio a conocer la semana pasada. 
Casi un año de estado de excepción; diez mil soldados en las calles; más de 3.500 registros domiciliarios y cuatrocientas asignaciones de residencia en seis meses. La ciudadanía da por buenos  recortes de libertades, pero exige resultados. Y no los ve. O al menos entiende que hay una clara desproporción entre unos y otros.
Según un sondeo hecho público por el periódico Le Figaro,  el 67% de los franceses no confía en la política antiterrorista del presidente Hollande , a quien consideran ineficaz y débil, al tiempo que un 81 por ciento exige una actuación contra el terrorismo mucho más enérgica. 
Esta percepción cívica coincide de pleno con la opinión de observadores y especialistas, para quienes el Gobierno ha tomado medidas más psicológicas que prácticas y no ha solventado las importantes lagunas existentes en información interior y en  colaboración entre los cuerpos de seguridad del Estado. No existe, por ejemplo, un servicio unificado que permita tratar con rapidez las fichas de más de 20.000 sospechosos.
Y falta –apuntan otros– una eficiente política de integración para el colectivo que vive en  los guetos árabes de las grandes ciudades. Los musulmanes representan el 8 por ciento del censo, pero también el 60 por ciento de la población reclusa en las cárceles francesas.

Francia, en vilo

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