En un sondeo publicado por “El País” en 2013 el 72 por ciento de los encuestados estaba de acuerdo con esta afirmación: “Los políticos actuales consideran que pactar es una debilidad y por eso no llegan a acuerdos en cuestiones importantes”. En la muestra un 55 por ciento también estaba de acuerdo en que “con los políticos actuales no se hubiera podido conseguir la transición a la democracia”.
Pasaron tres años desde aquel estudio y la sociedad experimentó grandes cambios, pero los políticos de ahora, los viejos y los nuevos, evolucionaron poco. Hoy siguen pensando que “pactar es una debilidad” y con esa mentalidad no solo no serían capaces de gestionar aquel tránsito de la dictadura a la democracia de forma pacífica, sino que también son ahora incapaces de alcanzar un acuerdo para la formación de Gobierno, que es mucho más sencillo.
Hijos del bipartidismo, de pronto las urnas les cambiaron el guión configurando un Parlamento más plural que requiere acuerdos y esa pluralidad es un juguete muy complejo para estos dirigentes que no saben manejar el “libro de instrucciones” de la nueva cultura del pacto.
Pactar nunca es una debilidad. En las actuales circunstancias del país el mandato de los electores es el cambio y el verdadero cambio es el pacto, el acuerdo sobre cuestiones relevantes como la reforma constitucional, la consolidación del crecimiento, el mantenimiento del Estado de bienestar, la regeneración de la vida pública, la reforma de la justicia, un nuevo marco laboral, la reforma fiscal…
Pero las posturas están muy enconadas. En la sesión de investidura se reabrieron muchas heridas que dividen a la sociedad española, afloró un país fragmentado con profundas divisiones territoriales e ideológicas que los portavoces acentuaron dejando constancia de que nuestra democracia tiene un problema: todos los partidos consideran a otras formaciones como a enemigos a eliminar de la vida pública y no a adversarios políticos con los que es necesario buscar puntos de acuerdo.
La situación de bloqueo no se mueve, cada día están más atrincherados y todo indica que se van a perder otros dos meses. Les sobra ideología a todos y les falta salir más a la calle para ver que ese bloqueo paralizante preocupa e indigna a la gente –también en Galicia–, que necesita un Gobierno que se ocupe de los problemas del país en el que hay paro, desigualdad, hambre, inseguridad y, sobre todo, mucha incertidumbre ante el futuro.