el caso de Madeleine McCann conmocionó a medio mundo e hizo aflorar su lado más morboso. Era imposible que su nombre no saliese en una conversación y que, inmediatamente después de comentar lo terrible del caso, no empezasen las elucubraciones sobre quién, cómo y por qué. En la mayoría de las quinielas los padres eran los perfectos culpables, se habrían pasado con la dosis de tranquilizante de la pequeña y esta nunca se habría despertado. Todavía hoy, trece años después, hay quien se resiste a abandonar esa teoría. La investigación, sin embargo, apunta ahora a un alemán, actualmente en prisión, y que cuenta con varias condenas por abuso de menores. Y las escenas que nos vienen a la cabeza son infinitamente peores que la de un sueño eterno.