¡Qué pena que a Carmen Calvo le diese por la política y no por la enseñanza! Los niños que la tuviesen como profesora habrían reventado los baremos del Informe PISA. Llegarían maravillados a casa todos los días tras su jornada escolar. ¡La cantidad de cosas que habrían aprendido en clase! Pero como Dios no la llevó por el camino de la docencia infantil, se dedica a instruir a los maduros. Gracias a ella no hay un adulto en España que desconozca la fecunda relación que hay entre la lencería y levantarse temprano –“Me gusta madrugar para pasar más rato en el baño: allí leo el periódico, oigo la radio, escucho música y hablo por teléfono con alcaldes en bragas”– o que Pedro “La sonrisa” Sánchez es la encarnación del misterio de la Santísima Dualidad: “No es lo mismo lo que dice Pedro Sánchez presidente del Gobierno que lo que dice Pedro Sánchez secretario general del PSOE”. Pero esa capacidad de desdoblamiento de personalidad ha provocado un grave problema, pues Calvo ha despachado las críticas a su jefe por irse de vacaciones sin resolver la investidura con una frase que ha generado serias dudas: “Ya no es candidato y puede hacer lo que quiera”. ¿Quién no es candidato? ¿El Sánchez presidente en funciones? ¿O el Sánchez secretario general del PSOE? Vaya usted a saber.