Cada pelaje señala al opuesto como culpable. Pero según los barrios lo que estamos viendo es que los dos andan revueltos y cruzados. Y se parecen mucho en algo, en andar, aunque unos se opongan a la mascarilla, encapuchados, escondiendo la cara.
Lo dije cuando esta moda comenzó ya hace unos cuantos años y ahora ya es considerada atavío normal. Ir encapuchado a una manifestación solo significa una cosa. Y es que se va a ella con voluntad de delinquir. Las gentes de bien, reivindico la expresión, no van emboscados, ni llevan gasolina, a las manifestaciones.
Lo que está sucediendo en las noches de nuestras ciudades no tiene que ver con la angustia real de las gentes por su salud, su economía y su necesidad. Son turbas de variopintos pelajes extremistas, la mayoría jóvenes de muy poco trabajar, adscritos a la violencia, a la delincuencia, al saqueo y con creciente sensación de impunidad. No habría mayor irresponsabilidad, y ya la hay, que ciertos partidos extremistas, les den amparo o compresión. Los trabajadores en paro, los autónomos desesperados y los empresarios quebrados no son lo que se ven por ahí ni son hábitos suyos encapucharse, quemar contenedores y saquear tiendas de deporte o de ropa de marca.
Dependiendo el barrio, el signo es diferente, en una de Barcelona, en una eran okupas y separatistas, en otra salió un diputado de Vox defendiéndolos pero cuando apareció un tropel de “menas” robando bicis tuvo que hacer filigranas. En Madrid también aparecieron esos mismos elementos. Entre los saqueadores detenidos, todos menos uno por debajo de los 30 años, más de la mitad tienen antecedentes y hay cinco magrebíes y un argelino. En Logroño, para que nos entendamos todos, la pinta de los que robaron la tienda de Lacoste era niñatos y niñatas malcriados y bien cebados. En Gamonal, Burgos, los autores estaban claramente identificados con la extrema izquierda y los movimientos antisitemas. Los mismos que salieron impunes y victoriosos, jaleados por los “medios afines” de aquellas otras jornadas de extrema violencia contra la construcción del boulevard. Otras algaradas en diferentes ciudades, como Vitoria, tuvieron también parecido sesgo.
Pero Pablo Iglesias y Echenique salieron al unísono diciendo que los disturbios eran cosa de neonazis y tras señalar a Vox hasta mezclaban las siglas del PP y Cs, que se han desmarcado y enfrentado rotundamente la situación. Santiago Abascal por su lado señaló a los tentáculos de Podemos como inductores de los hechos violentos.
Pues bien. Hay algo claro. Sin duda alguna los que están incendiando las calles son extremistas, son violentos y entre ellos se mezclan delincuentes y la turba presta siempre a apuntarse a cualquier hoguera. Podemos y Vox se señalan los unos a los otros y los otros a los unos. Podían hacer algo mejor. Expresar con toda claridad su rechazo, lejanía y condena a quienes si circulan por esa olla podrida. Que se vea muy claramente que no anda ahí, ni delante, ni arrimados ni detrás. Porque si siguen señalándose como ahora acabaremos por comprender todos que en el ajo están los dos.