Los pecados del PSOE

La realidad es cambiante. A veces los partidos políticos se niegan a ver los cambios. O carecen de instrumentos para enfrentarse a ellos y a los nuevos problemas. Y eso mismo fue lo que le sucedió al PSOE.
A los barones –y también a viejos dirigentes– les cuesta asumir el batacazo del 20-D. No quieren aceptar la derrota de un partido, que en sus momentos de gloria llegó a pastorear multitudes. Un partido que nació limpio, sin hipotecas con los poderosos, las únicas que tenía eran para con la clase trabajadora. Más tarde, ya en la transición, aglutinó también a las clases medias. Hasta que finalmente renunció a sus obligaciones –y también a su historia– para acabar defendiendo los intereses de las oligarquías financieras. Tanto es así, que hoy justifica las políticas del FMI, del BCE, de Merkel, incluso apoya el TTIP. Sus eurodiputados votaron, junto con los del partido Popular europeo, a favor del tratado de libre comercio. Un tratado que de libre sólo tiene la palabra, puesto que está siendo redactado por las grandes corporaciones multinacionales. Todo eso demuestra el grado de compromiso que el partido adquirió con esos poderes. Un compromiso que no es compatible –por mucho que sus dirigentes lo quieran maquillar– con las posiciones socialdemócratas. Al menos con las verdaderas.
Hoy el PSOE carece de hoja de ruta. Las aristocracias regionales utilizan todo tipo de escuderos para que les ayuden a mantener el poder. Las personas que están en los aparatos del partido no quieren perder sus privilegios, puesto que han hecho de la política su profesión, su modo de vida. Alguien dijo, esos aparatos dan de comer a muchas familias. Así que, es casi imposible que sus miembros renuncien para dar paso a sangre nueva.  
Por otro lado, las apariciones públicas del antiguo jefe, Felipe González, convertido en un acérrimo defensor del neoliberalismo, el mismo que pregona la fundación FAES, hace todavía más difícil cualquier cambio de rumbo. González ha pasado de lo sublime a lo ridículo. Es decir, de ser un  seductor de masas a ser repudiado por la mayoría. Sin embargo, todavía goza de influencia en el partido, incluso de cierta admiración, sobre todo en aquellos sectores más reaccionarios. Todo el mundo conoce los “valores” que hoy encarna el ex secretario general, que no tienen nada que ver con los valores socialdemócratas; quizá en el fondo nunca se sintió parte de ellos.
En todo caso, el fracaso del PSOE no es un fenómeno aislado, sino que se inscribe dentro del gran fracaso de la socialdemocracia europea, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín. La retórica de izquierdas, que tan buenos resultados le cosechó a los partidos socialdemócratas para ganar elecciones, dejó de funcionar. Al menos en el sur de Europa. Ese discurso se ha hecho insostenible, no tiene credibilidad. Y eso lo ha entendido el nuevo jefe del partido laborista inglés, Jeremy Corbyn, que está tratando de reorientar al partido hacia sus orígenes.
Los partidos socialdemócratas, si no sufren una transformación, están abocados a su desaparición. La globalización, unida al totalitarismo de los mercados, está creando profundas injusticias sociales, las cuales han abonado el terreno para una nueva izquierda. Una izquierda  ecléctica, gramsciana y más apegada a la realidad social. En principio, está limpia de pecado, es decir, no ha vendido su alma a los mercados. Exceptuando la griega, que aunque no la vendió, sucumbió a ellos. Aun así, los griegos han vuelto a votarla, lo cual significa que creen que Syriza es la única fuerza política con voluntad de hacer algo por ellos.
La credibilidad del PSOE no se resuelve cambiando de líder. No son  nombres. El problema es ideológico. El partido tendría que hacer cambios importantes, de gran calado, como rechazar la economía de casino de los mercados y también las “terceras vías” propuestas por Tony Blair. Sin embargo, es difícil, por no decir imposible, que eso ocurra. La presión de los poderes financieros sobre el partido es de tal magnitud, que no le dejarán esa posibilidad.
 

Los pecados del PSOE

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