Muy bien podríamos situar este principio del fin o transformación de la cultura cotidiana, de su contenido humanístico fundamental a este erial de ahora mismo, insustancial y atroz, cuando en las Cortes de Franco el procurador Adolfo Muñoz Alonso, un sabio, recriminó a Solís Ruíz, por entonces Ministro del Movimiento, con una frase rotunda y categórica, incontestable, y de ingenio depurado, casi despiadado…
Defendía el ministro la ampliación del horario escolar para la práctica de deportes, claro que en detrimento del estudio del latín, sobre el que llegó a exclamar “…porque, en definitiva, para qué sirve el latín hoy…”. Y en ese momento, le contestó el procurador: “Por de pronto, señor ministro, para que a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense”. En efecto, digo yo, por extensión de la antigua Egabro romana.
Y hay que decir que Solís Ruíz, de sólida formación jurídica y experto en historia sindical, hombre de trato afable y cordial, al que llamaban “la sonrisa del Régimen”, no representó en aquel acto sino una cierta ligereza frivolona, superficial, que pretendía un gesto de aparente modernidad, de empatía con la “giovinezza”, en todo caso bien lejos de mostrar desafecto ni desdén hacia la cultura en su significado más redondo y cabal, de ninguna manera.
Con todo, es verdad, a partir de ese momento todo fue un declinar vertiginoso hacia el páramo cultural que nos contempla hoy, muy especialmente degradada la educación con sus infaustas Leyes sucesivas, a cual peor, en los últimos cuarenta años de democracia triunfal hacia el abismo de más indocta ignorancia. Y en esto estamos…
Y la gente, así, en bruto, que nunca proclamó tanto, y tan claro, y con actitud tan provocadora, su derecho a opinar... ¡¡A opinar…!! Que Dios nos asista en su misericordia, y a los políticos les demande tanta incompetencia, tanto desahogo irresponsable, tanta trapacería desleal y a manos llenas …
La serena reflexión crítica, el ponderado juicio y la más ecuánime consideración de la realidad, necesitan de una elaboración culta del discurso, con unas u otras conclusiones, en cada caso las que sean, coincidentes o no con las mías, con las tuyas, con las suyas… “Mens sana in corpore sano”, la frase de Juvenal, equilibra y aviene en razonable acuerdo al procurador Muñoz Alonso y al ministro Solís Ruíz, cuando menos en la perspectiva de los años…
Lo otro, la regeneración del cuerpo social para la cultura, el estímulo de una buena y ordenada Ley hacia ese mejor fin en la educación, una y única para toda España, eso ya es tarea mucho más complicada, acaso imposible, así parece, en este marco político actual.
Eso sí, ya se sabe, no hay mal que cien años dure y la historia es pendular, o sea, aviso a navegantes y arriba los corazones… Cuando menos que nos quede la palabra y las sentencias del refranero… Y el sursum corda, como es de ver…