Menudo revuelo se ha montado con el retoque fotográfico de las imágenes que Inma Cuesta se hizo para una revista. La actriz se quejó en Instagram de que, después de ser pasada por el Photoshop, se veía en la portada pero no se reconocía. Para demostrarlo, puso el antes y el después: donde había un brazo redondito se veía una extremidad recta y seca y en el lugar en el que debía estar la cadera, le habían metido un ‘hachazo’ importante. La muchacha tiene unas curvas tan peligrosas como las de la carretera del monte Xalo y, a poco que se la mire, se da uno cuenta de que está bien buena. Pero no cumple el canon de belleza de la moda, donde pesar más de 50 kilos y no ser un bicho palo está mal visto.
No es el primer caso en el que una famosa denuncia los excesos de quienes manejan el programa y que tiene cada vez más detractores. No el Photoshop, que bien utilizado puede mejorar y mucho las imágenes, sino de quienes lo utilizan para tratar de encajar una foto en una visión irreal y en la que no tienen espacio los defectos o, lo que es peor, las diferencias. Recuerdo un reportaje en ¡Hola! de Carmen Martínez Bordiú en bikini, no hace tantos años. La mujer, superados los 60, tenía la piel más tersa que la de una veinteañera... hasta que cogías el Diez Minutos, que tenía las mismas fotos pero, ay, sin Photoshop. Del retoque a la mentira hay un largo camino que hace que muchas personas que compran las revistas crean que esos iconos de belleza son reales y que pierdan el tiempo y la salud tratando de adaptarse a un canon imposible. Eso cuando no se les va la mano y borran un brazo, una pierna o hasta un glúteo, como pasó hace unos días con una modelo de Victoria’s Secret.
Entre otras, han protestado Beyonce, Lady Gaga o Penélope Cruz. Cindy Crawford se apuntaba esta semana a una campaña benéfica saliendo sin maquillaje y la actriz Demi Lovato posó desnuda para un reportaje en el que exigió que no se utilizara Photoshop. Con un resultado espectacular, por cierto.
El retoque, usado como mejora, ayuda a que el trabajo del fotógrafo luzca aún más. Pero tapar, recortar y falsear la realidad hasta que quien posa no se reconoce solo sirve para hacernos desconfiar de lo que ven nuestros ojos y empezar a pensar que una imagen miente más que mil palabras.