Gobierno provisional

todo es provisional en esta vida, pero en política la provisionalidad resulta más inquietante. Lo estamos viendo con el Gobierno. Por más que la ministra portavoz diga que es de granito, es difícil sustraerse a la idea de que la precariedad de sus apoyos parlamentarios permitirá a Sánchez culminar el sueño de su vida. Que no es otro que haber llegado a ser presidente del Gobierno. Hasta a él mismo le debe resultar increíble su encomienda. Quince veces repitió en reciente entrevista televisiva que era el presidente.
Se diría que es un actor; incluso un buen actor interpretando el mejor y puede que irrepetible papel de su vida. En ese registro le hemos visto actuar en su semana americana. Primero en Canadá y después en EEUU. Un actor lo es las veinticuatro horas del día y de sus posibles contradicciones a quien hay que pedir coherencia es a los autores de los guiones que maneja. Cuando estaba solo y a solas en la sede de Ferraz y no tenía cerca a Iván Redondo mandó a los eurodiputados que reconsideran el apoyo al CETA, el tratado de la UE con Canadá. Después, envuelto en la púrpura, cambio el guion porque no iba a dejar pasar la ocasión para sintonizar con el titular de los calcetines más comentados de la crónica internacional.
Sánchez interpreta bien su papel aunque no siempre el público le acompaña. En la Asamblea de la ONU, el plano delataba menos oyentes de los que suelen asistir a los discursos de otros líderes, pero, en fin, leyó bien su discurso y esa imagen junto a la foto de matrimonio con Trump y señora quedará entre las que serán seleccionadas para figurar en el vídeo de campaña que se está preparando por sí procede acelerar la edición del álbum de recuerdos de cuando pasó por La Moncloa.
La conclusión de ese vídeo no depende de Sánchez aunque solo a él le está reservada la potestad de convocar elecciones. Podría hacerlo si no saca adelante los Presupuestos. No depende de él porque el suyo es un Gobierno con hipoteca. Los 84 diputados del PSOE solo dan para formar polinomios. Por sí solos no va a ninguna parte. Están en manos de Podemos, de los 17 diputados separatistas catalanes y de los vascos del PNV. Los primeros dicen que quieren tumbar el “régimen del 78”, los segundos acelerar la llegada de la república catalana y los vascos cambiar el Estatuto y que se les reconozca como nación.
Este papel de inquilino de La Moncloa con tantas hipotecas es complicado. Por no hablar del que supone defender la continuidad de una ministra como Dolores Delgados o el caso de Pedro Duque. Todo actor tiene un límite. Incluso siendo un buen actor como Sánchez.

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