El zumo de naranja que sirven en los aviones tiene fama de desatascar el aparato digestivo con la misma rotundidad que el laxante Bescansa. Pero no es el arma más demoledora del arsenal con que cuentan las compañías aéreas. Según ha confesado la azafata Jamila Hardwick, el café y el té son el mayor peligro para la salud de los pasajeros. Ella y sus colegas jamás los beben, puesto que los depósitos del agua con la que se preparan se esterilizan solo cuatro veces al año. Aún aparecerá alguien que asegure que Thomas Cook quebró porque se excedía en la limpieza.