Michael Martin Morgan, fotógrafo inglés residente en Galicia desde hace años, expone en Cosme and Son una selección de su trabajo, al que ha puesto el metafórico y “guerrero” título de “Panoplia”, tal vez porque reconstruye sus fotos o las arma digitalmente como retazos de un gran retablo de instantes en movimiento, para tratar de expresar que todos participamos de esa inasible totalidad, ese todo (“pan”, en griego) en la cotidiana guerra del existir. Pero él cambia las armaduras por estallidos de color, recoge el imparable ir y venir de las grandes ciudades, el tránsito veloz que transforma a los seres que pasan en ráfagas de luz coloreada, casi en desmaterializadas siluetas o incluso en transparentes apariciones que se funden y fusionan con el entorno.
De este modo, lo real adquiere el aspecto de lo fantástico e, incluso, se aproxima a la irrealidad. Pues, si todo es puro pasar, puro tránsito ¿qué queda tras la desaparición, sino solo esos halos huidizos, esas reverberaciones lumínicas expandiéndose, estirándose o explotando en polícromas burbujas? Habla así de presencias cuyas formas se desdibujan, se estiran hacia la nada, pues ya pronto serán ausencia; también los hace aparecer como huidizos reflejos o espejísmicas configuraciones que se diluyen en el agua del tiempo, como ocurre con “San Marco Pioggia”, foto que convierte a la famosa plaza veneciana en una resbaladiza superficie plateada, en la que flotan arquitecturas y barcos, adelgazándose en móviles líneas.
De la misma estética fluctuante y húmeda participa “Japanese Family in Vigeland Park”, donde hace del espacio de fondo una fluida y ondulante ráfaga oscura que recuerda la estética de un lugar zen, adecuado a la rosácea levedad de las figuras que pasan. Obras como “Debenhams Traffic”, “Zancudas Dársena” o “Radhus Crossing” transforman los lugares conocidos en pura extrañeza de aéreas y levitantes manchas. A veces actúa como un pintor, lo que es visible en una de sus más hermosas fotografías “Turner’s a Guarda”, en la que, evocando al gran pintor romántico inglés Turner, recoge todo el misterioso encanto de la atmósfera y de las evanescentes luces de nuestro Atlántico mar.
También se percibe un sentimiento lírico, una poesía del alma que habla de anhelo de altura, de soledad y de comunión con la naturaleza, en “ Bare Tee” (Árbol desnudo), cuyas descarnadas ramas rojizas contrastan con la licuada y nubosa fronda del fondo. El palacio de Westminster, la catedral de Santiago, la Fontana de Trevi o el Palacio de Cristal son otros tantos ejemplos de ese su afán por devolvernos lo real y sólido transfigurado por la lente de lo inmaterial y poético y por acercarnos a otras dimensiones. Una obra emblemática, en este sentido, es “Exhibition”, donde el espacio de los visitantes y la pared en que cuelgan los cuadros se transparentan y funden, desapareciendo así los límites entre lo representado y lo real. M. Martin, experto en fotografía aérea, ha podido aprender, sin duda, en sus miles de horas de vuelo, que todo ansia volar.