Red Bull es, como se sabe, una escudería austriaca de Fórmula 1 con base en Inglaterra y propiedad de una empresa de controvertidas bebidas energéticas presente en más de 165 países. Tuvo sus dorados años deportivos en los primeros tiempos de esta década, pero desde hace un par de temporadas anda lejos de la cabeza en la clasificación tanto de pilotos como de constructores. El año pasado, por ejemplo, no ganó ni un solo gran premio.
A Pedro Sánchez le ha servido, sin embargo, de referencia –desactualizada y devaluada– para airear el mantra de que ha sido Mariano Rajoy quien ha dado energía y alas al independentismo catalán. Ya en la campaña electoral última el secretario general socialista tiró repetidamente del argumentario mitinero para repetir, con rima consonante incluida, el espejismo de: “Mas, culpable; Rajoy, responsable”. Y digo espejismo porque así no ha sido.
No se sabe si por desmemoria culpable o por cinismo consciente los socialistas olvidan que el verdadero responsable del conflicto catalán es el fraternal tándem PSOE-PSC. Desde hace años llevan dándole alas. En realidad, no ha habido nada en el proceso separatista iniciado por Jordi Pujol que no haya sido fervorosamente respaldado por ambos.
Recuérdense los tripartitos que Pasqual Maragall y José Montilla (2003-2010) formaron con Esquerra Republicana y los ecosocialistas de IU-Verdes con la reforma del estatuto de autonomía como principal punto de encuentro. Y sobre todo, la promesa de José Luis Rodríguez Zapatero (finales de 2003) en el sentido de que asumiría el estatuto que llegara del Parlamento catalán.
Obviamente ello dio pie a una propuesta de máximos que luego las Cortes Generales primero y el Tribunal Constitucional después hubieron de recortar, como no pudo ser de otra manera. Y ya se sabe: suscitar grandes expectativas y luego no cumplirlas produce enormes desencantos. Aquello sí que resultó una auténtica fábrica de independentistas.
Responsabilidad no menor del Partido Socialista fue la supresión en 1985 –apenas tres años después de su llegada al poder– del recurso previo de inconstitucionalidad. Su vigencia hubiera impedido la celebración del referéndum popular con anterioridad a la sentencia del TC que, como digo, tanta decepción y desilusión produjo. Y es que al PSOE le ha privado desde siempre quitarse de encima o devaluar los controles de legalidad.
Y ahí siguen. El acuerdo con Esquerra Republicana y Convergencia para investir a Pedro Sánchez está posiblemente bastante maduro. De otra manera no se entienden ni el mercadeo de senadores que se han traído ni el freno que el nuevo Gobierno de la Generalidad ha puesto al proceso independentista. Puigdemont y Junqueras han enfriado el ambiente y levantado el pie. En espera –supongo– de que llegue Sánchez.