Emmanuel Macron ha roto moldes desde su llegada al Elíseo, tanto por su gestión como por su vida personal. En plena crisis por la reforma de las pensiones en Francia ha dado un paso para congraciarse con los electores y para sentar un precedente que podría acabar con un privilegio que solo gusta a quienes lo disfrutan. Ha renunciado a la pensión vitalicia de 5.200 euros netos al mes que le corresponde como presidente de la República y que empezaría a cobrar una vez dejase el cargo. Todo un golpe de efecto con el que cambia beneficios económicos por réditos políticos.