HAY QUE SER PROFESIONAL

Leí hace tiempo a un colega de profesión muy admirado que para todo hay que ser profesional. Narraba, creo recordar, una anécdota entre un par de mendigos: uno, inquieto, perro a los pies y flauta en ristre, pedía con una sonrisa después de sacar una melodía al instrumento; el otro, arrodillado sobre unos cartones, brazos en cruz, entonaba un “deme algo, por favor” con el soniquete molesto de una sirena. “Ni para pedir tienes valor”, le recriminaba a este el primero, con un punto de desprecio. La historia me vino a la memoria al saber del curso básico de prostituta profesional que ofrecen en Valencia.

Regular el trabajo de los trabajadores del sexo es tan necesario como perseguir lo que se cree sospechoso de atentar contra la libertad y la dignidad humanas

 

Formación teórica y práctica, de la historia del oficio más antiguo del mundo al uso de los juguetes sexuales más recientes. Nociones sobre la legislación vigente al respecto de la actividad, análisis del mercado y, el reclamo básico, trabajo garantizado al terminar. El emprendedor responsable de la iniciativa, un joven llegado de allende los mares que lleva ocho años en el negocio, asegura que sus alumnos encontrarán una profesión bien remunerada. Una forma rápida y fácil de ganar mucho dinero, según sus palabras. Dos horas de clase diarias durante una semana para convertirse en trabajador sexual con título.

Asociaciones, opinadores varios y la Generalitat valenciana se le han echado al cuello. Le acusan de un delito de incitación a la prostitución y de contribuir a la denigración de la mujer. Y del hombre, deberían añadir, que este empresario no discrimina en ese aspecto. Equiparan su oferta a la labor de un proxeneta, si bien a este curso los interesados se apuntan de forma voluntaria e incluso pagan por ello. Cien euros, concretamente. Se escandalizan además de que busque clientes entre los universitarios, repartiendo propaganda en las puertas de las facultades. Quizá desconozcan la realidad de más de una estudiante que paga el alquiler dando respuesta a las necesidades amatorias ajenas. Una vez más se habla por boca de la ética cuando la duda debería ser si Brandon Morales es un avispado negociante que busca nuevas formas de ganarse el pan o un listillo que quiere pasar un buen rato enseñando el Kamasutra a sus “alumnos”. Y cobrando.

La noticia, en cualquier caso, reabre un debate nunca abordado con la suficiente profundidad. El de una actividad en el limbo de la legalidad y de la sociedad. Lo que no vemos también existe. Y regular el trabajo de los trabajadores del sexo es tan necesario como perseguir lo que se cree sospechoso de atentar contra la libertad y la dignidad humanas. Superado este punto, bienvenidas sean las academias. Que para todo hay que ser profesional.

HAY QUE SER PROFESIONAL

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