Cronología de la ruina: “Mariano, déjame la entidad un rato”’. “No Rodrigo, que la “Espe” no quiere”. “¡Jo!, ¡déjamela, que no le hago nada! “Vale, te la dejo, pero ojo…”.
Meses después Bankia es intervenida y el suplicante cesado. En el despacho de Rajoy se oye a una tronante Aguirre: “Entérate, me molaba más mi Caja Madrid que la Bankia de Rodrigo”. Precedido de un: “Eso, eso…”.
El relato podía ser ese, puro teatro, manifiesta teatralidad, pero lo cierto es que no fue el rato que se la dejaron a Rodrigo el motivo de la quiebra de Bankia, sino la mala gestión de la mano tonta del pueblo, los políticos, que en unos pocos años han convertido las dignas y sociales cajas de piedad en indignos ataúdes de despilfarro y usura, enterrando con ellas algo más que cientos de millones de euros, que no es poco.
Me refiero a la esperanza del ciudadano medio, y cuando digo medio hablo de esos que aún conservan una porción de anatomía económica capaz de mantenerlos a salvo de la bancarrota, y cuando nombro la esperanza aludo a la que aún albergamos muchos de ver un día gobernado el país desde las instituciones democráticas del estado.
La nacionalización se revela cada día con más fuerza como la peor de las soluciones posibles, sin que ello suponga motivo de alegría sino la mera constatación de un fracaso que nos atañe a todos. Por eso que no te vengan con el cuento de “Brankia y los peces de colores”, porque esos, los somos todos.