El error de Pedro Sánchez

De todos los mantras con que el PP ha ido sembrando sus argumentarios sobre los casos de corrupción que le afectan, el más determinante ha sido, sin duda, el repetidísimo: “esperemos a que hable la Justicia”. Pues bien, la Justicia ha hablado, y lo ha hecho de manera contundente, imponiendo durísimas penas a los actores del escándalo Gürtel, condenando al PP (civilmente) por lucrarse con la trama, acreditando la existencia de la caja B y, apuntando que no cree a Rajoy cuando declaró, como testigo en el juicio.
Sí, la Justicia ha hablado, provocando un terremoto político, de consecuencias inciertas a corto plazo, pero cuyo desenlace pasa por la convocatoria de elecciones. La Justicia ha hablado y ahora debe hablar la ciudadanía. Rajoy debería haber sido el primero en pedir perdón, convocar elecciones y dimitir, saliendo de la política de la manera más digna posible. Pero, como era previsible en él, no lo ha hecho. Así las cosas, a Sánchez no le quedaba otra que recurrir al único mecanismo en manos de la oposición con el que forzar esas elecciones: la moción de censura. Y es lo que ha hecho, pero lo ha hecho mal.
Habida cuenta de la complejidad de un Congreso con partidos cuyas características impiden la posibilidad de conformar una mayoría estable, lo que demostraría un auténtico sentido de Estado habría sido, en vez de correr a ofrecerse como solución de Gobierno, apelando al voto de un imposible tótum revolútum, haber llegado a un acuerdo con Ciudadanos y Podemos sobre una moción de censura y convocar unas elecciones en el próximo otoño.
Esa habría sido la única  manera de descabalgar al PP del poder, cosa que es lo que los tres partidos priorizan. ¿O no? Porque si es que no, que nos lo expliquen. Al no posibilitar esta solución, empeñándose en formar un Gobierno imposible durante un tiempo imposible, Sánchez pone de manifiesto su deseo de llegar a la presidencia del país por encima de todo. Y al hacerlo pierde crédito y, sobre todo, pierde la posibilidad de que los electores empiecen a considerarle como un hombre de Estado. ¡Que error, que inmenso error!  

El error de Pedro Sánchez

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