El olor a engrudo acaba con los principios del rupturismo

La Santa Compaña es una exclusiva de Galicia, lo mismo que el pulpo á feira y el can de palleiro. Incluso el carretaxe de votos –quizá hoy, primer día de una campaña, no sea el momento axeitado para hablar de ello– tiene tanta tradición no país que se considera da casa. También luce el marchamo de Galicia Calidade la resolución de los conflictos de lindes, que siempre es la misma: un intercambio de golpes de sacho que provocan ríos de sangre y que una mujer adquiera repentinamente la condición de perceptora de la pensión de viudedad. Todo lo contrario ocurre con la pegada de carteles. ¡Cómo unen un cepillo y un cubo lleno de engrudo! ¡Ese rito ancestral –mira que está pasado de moda– tiene algo mágico! El ya octogenario Beiras; el coruñés que gobierna Santiago, Martiño “2.0” Noriega; y el exjuez y virtuoso de la gaita y la zanfoña Luís Villares llevan meses a palos, pero olvidaron la liorta y fueron del ganchete a presentar la candidatura de la Marea del Sar la víspera de la pegada. Esqueceron que son rupturistas y se comportaron como personas civilizadas. ¡Qué falta de fidelidad a los principios! Parecían casta castiza.

El olor a engrudo acaba con los principios del rupturismo

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