Definitivamente no tenemos vergüenza. La desfachatez, la irresponsabilidad campa a sus anchas. Todo vale. Nada importa. No hay ética. No hay ejemplaridad. Sobra cinismo y mucho esperpento. Sobra actuación y coreografía política, por que todo está henchido de vanidad, de soberbia, de arrogancia y mucha mediocridad. No se respeta lo público, al ciudadano. No hay sentido ni mesura de la diligencia, del servicio. Afortunadamente hay políticos y dirigentes, pocos, que sienten lo público, que asienten los problemas de los ciudadanos, que se dejan la piel y su saber tratando de dar lo mejor de sí, también en la administración.
Pero el clima de irresponsabilidad manifiesta es verdaderamente procaz. Si en este país se anuncia y denuncia que el Estado, recte, el Gobierno, da por perdidos 26.300 millones de euros en el rescate a la banca y que esto es solo el comienzo de una punta de iceberg que acrecerá con los meses, y fuéramos un país serio y no donde todo nos es indiferente, algo sucedería. Saltarían chispas. Habría carnaza política, mediática, social y mucha flema exigiendo responsabilidades, dimisiones e imputaciones. Pero aquí, en este yermo estéril y vacuo, cínico de ética, silencio pasmoso. El esperpento llega al extremo de que la oposición es capaz de pedir la reprobación de una presidenta del Congreso que actúa al dictado y protección de su partido y gobierno, lo cual es discutible, pero práctica inveterada en nuestro Parlamento, no así en otros verdaderamente ejemplares como el británico, y donde jamás vota en disciplina de voto cerrada su speaker, ante el espectáculo bochornoso que el Gobierno y el ministro de Economía escenificaron a propósito del nombramiento de Soria, pero es incapaz de actuar ese mismo Parlamento y oposición ante esa barbaridad de millones que algunos bancos se han llevado y donde a día de hoy apenas se ha exigido responsabilidad alguna a quienes gestionaran cajas y otras entidades financieras. Sólo la confirmación de la pena del Supremo a directivos de la vieja caja gallega es la excepción, pero no por esa gestión, sino por cobrar indemnizaciones millonarias.
Este país aguanta con todo. Se ríen de nosotros, y seguimos confiando en personas y dirigentes que no merecen tamaña confianza y que han mentido y faltado a la verdad. Cuantas veces hemos escuchado, una y otra vez, que el rescate bancaria no costaría ni un euro ni un céntimo a los españoles. ¿Cuántas? Pero hete aquí, país de resignados y melifluos diletantes, amnésicos y alérgicos a exigir responsabilidades. Así nos va. Pero que nadie se equivoque el verdadero poder, el que mueve hilos y resortes no es el político, es el económico, y dentro de éste algún sector del que sobra escribir ahora. Despertemos. La realidad es como es. ¿Quién es más mezquino, nosotros o ellos? ¿O tal vez todos a prorrata? Mientras algunos expresidentes autonómicos pactan con la Fiscalía no ir a la cárcel, otras exalcaldesas son imputadas y serán procesadas, y algunos extesoreros retiran acusaciones. Un espectáculo. Pero 26.000 millones han sido aportados por los ciudadanos ¿para qué? Respondan ustedes mismos.