EDUCACIÓN E HIPOCRESÍA

No tratamos de analizar la educación como formación integral de la persona en su triple aspecto espiritual, cultural y profesional. Queremos referirnos a lo que podríamos llamar “Código de buena conducta” es decir, al uso práctico de buenas costumbres o normas de etiqueta y de buen gusto.
Se trata de pautas de comportamiento establecidas tácitamente por la sociedad y aceptadas voluntariamente por sus miembros. Son, en definitiva, lo que se conoce con la frase de “buena educación”. La sanción a su incumplimiento consiste en el rechazo social que recae sobre sus infractores, a los que precisamente por eso, se les llama “mal educados”.
Normalmente, esas reglas se aplican al saludo, el vestido, el protocolo y otras formas de cortesía que forman parte de nuestra vida diaria y que están sujetas al “control social”, que es el tribunal que las aprueba o recrimina.
El cumplimiento de esas reglas no tiene porqué obedecer a una disposición sincera del ánimo. Por eso, Emerson decía que “todo hombre es sincero a solas; en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía”. Dichas reglas, recomiendan la corrección en el vestir; la amabilidad en el trato; la cordialidad en el saludo y, en fin, la identificación solidaria con los demás. En este último caso, las fórmulas que se utilizan más habitualmente y que son típicas y tópicas se refieren a felicitaciones, condolencias, agradecimientos y otras semejantes que canalizan esos sentimientos, aunque muchas veces pecan de rutinarias y no siempre son sinceras y espontáneas.
En el cumplimiento de esos deberes de buena vecindad y exquisito trato social, así como en el comportamiento observado en los ámbitos públicos, suele darse un cierto grado de hipocresía que actúa como refuerzo de la misma educación. También influye positivamente en la educación “el qué dirán” o juicio que para los demás puedan merecer nuestros hábitos y costumbres.
En el fondo, la hipocresía se manifiesta como un mecanismo que inhibe o reprime los impulsos y reacciones naturales de la conducta humana. Esta, gracias en cierta medida a la hipocresía, se mantiene dentro de los límites de la moderación y el respeto, sin caer en los excesos o violencias, tanto físicas como verbales. Esto explica que en público se contengan o eviten excesos o reacciones que en privado se consideran como prueba de confianza. Las anteriores ideas nos reafirman en la convicción de que la hipocresía es la gran aliada de la educación para evitar las groserías y malos modales y hacer más amable y confortable la vida de convivencia social. Al evitar situaciones y comportamientos de “mal gusto”, se incorpora un factor estético a la vida de relación social, contribuyendo a su deseable mejora y perfeccionamiento.
En suma, la cortesía que deriva del adjetivo cortés, podemos resumirla en la frase “ni una mala palabra ni un mal gesto”. Esa es la mejor divisa de una buena educación.

EDUCACIÓN E HIPOCRESÍA

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