Es una buena noticia que el ministro de Hacienda “libere” los 5.000 millones de superávit de los ayuntamientos en 2017 para que estas administraciones cercanas a los ciudadanos puedan disponer de esos “ahorros”.
Tras el acuerdo entre la FEMP, que preside el alcalde de Vigo, y la Secretaría de Estado de Hacienda, los concellos tendrán más recursos para acometer un amplio listado de obras nuevas o mejoras en infraestructuras educativas, sociales y culturales, como colegios, bibliotecas, centros culturales, parques infantiles, pabellones deportivos, gestión de residuos o equipamiento urbano. Es, por tanto, una oportunidad para estas y otras actuaciones pendientes que mejoren la calidad de vida de los vecinos en las ciudades y pueblos
Pero, a la vez, detrás del apretón de manos entre Abel Caballero y Fernández Moya subyace la amenaza del gasto improductivo e inútil para el vecindario. Digo esto porque los alcaldes van a gastar ese dinero cuando “huele a elecciones” y habrá regidores que, si no aprendieron la lección del pasado reciente, pueden caer en la tentación de reproducir los tiempos del despilfarro o aquel desastre del “Plan E” que enterró el dinero en obras que en muchos casos solo respondía a la megalomanía e ignorancia de sus promotores.
¿Cómo evitar aquellos derroches que se hacía en nombre del servicio a los vecinos? La Comisión Mixta para las relaciones con el Tribunal de Cuentas asume un informe de este organismo sobre el despropósito económico del tranvía de Vélez-Málaga, BOE 26 de febrero, e insta al Gobierno a potenciar la Oficina Nacional de Evaluación “que establecerá las inversiones prioritarias en función de su rentabilidad social, económica, financiera, atendiendo a criterios objetivos de eficiencia y transparencia”.
Si esos criterios de actuación se cumplieran antes de la crisis –cuando todos éramos ricos– no tendríamos hoy piscinas que nunca funcionaron, polideportivos convertidos en almacén o campos de fútbol para las ovejas. Tampoco se hubieran construido aeropuertos en Castellón y Guadalajara, el AVE manchego que trasportaba una media de nueve viajeros o las autopistas rescatadas, por citar solo unos ejemplos de derroches autonómicos. En Galicia la Ciudad de la Cultura sería más funcional y útil y el Puerto Exterior, necesario para A Coruña y Galicia, tendría otro emplazamiento.
Si los alcaldes aprendieron la lección para no volver a tropezar en la piedra del despilfarro, utilizarán esta “licencia para gastar” en solucionar problemas reales de los vecinos.