Cuentan los viejos, y por Galicia hainos a feixes, que antaño las leiras se abonaban con marisco. Eran los tiempos previos a la llegada de Ramón y del Fertimón y a que se inventara la nouvelle cuisine, momento en el que alguien descubrió que los bichos estaban demasiado ricos como para usarlos para que creciesen as patacas. Desde ese momento su precio no dejó de subir. Algo parecido sucede con el pulpo. No es un animal que entre por la vista, pero cocido y aderezado con pimentón y aceite se convierte en pura delicatessen. Los científicos estaban a punto de conseguir que su precio bajase, pues el Instituto Oceanográfico de Vigo logró que se reproduzcan y crezcan en cautividad. Los primeros cefalópodos probeta pesan ya dos kilos y, por tanto, son aptos para la comercialización, pero ha surgido un grupo contestatario, con psicólogos y filósofos entre sus miembros, que exige el fin la cría en piscifactorías porque constituye un atentado ambiental y ético. Solo les falta decir que está más rico el salvaxe.