Modesto Gómez, vocación entre telones

Nuestro director escénico tiene aires de druiga celta. Armonía corporal, mirada dulce pero profunda, énfasis convincente y persuasión cordial. Sencillo. Elástico. Faz ovalada bajo canas que le confieren dignidad. No importa que el cómico sea profesional o aficionado. 
Lo primordial es su vocación por ser interesante más que preciso en los espectáculos, porque el espectador todo lo perdona salvo la pesadez. Alma mater del elenco Sal Monela con veinticinco años a la espalda ha recorrido mil pueblos ofreciendo autores, títulos, técnicos, actrices y actores. 
Menú variado: Jardiel Poncela, García Lorca, Sal Monela, Mihura, Muñiz, Alonso Millán, Óscar Wilde, Ágata Christie, Gómez Lombardía, Adolfo Marsillach, Paco Min, Eloy Arenas, Francis Veber, Woody Allen, Rodolf Sirena, Mendizábal, Ruiz Negre y Daniel Marcos. Quizás en el desafío dramático se echa de menos alguna obra clásica española y a Buero Vallejo. A parte de La Coruña otros lugares y gentes disfrutaron las representaciones con caretas-reidora y tristona-identificando un arte asentado sobre las tablas o como vida desfilando entre cortinas, bambalinas y proyectores.
En genuflexión, Modesto Gómez nos informa sobre el nacimiento de la compañía en la Casa del Mar, seguida de ubicaciones en una carpintería, una cafeteía y la actual en Nebrija, 5, bajo. Veleta que irradia equidistancias y nuevos horizontes. Emociones, venturas y sinsabores. Un cómico va por el camino con su carro ambulante de sueños e ilusiones. 
Todo vale como medio para hacer más accesible la cultura  al público. No se puede saltar fuera de nuestra propia sombra, pero si puede pulirse la belleza de la palabra, la dicción eufónica, el ademán preciso, la dirección comprometida aunque echemos un borrón, pues ‘’errar la menor no importa / si acertó la principal’’ (Calderón).

 

Modesto Gómez, vocación entre telones

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