Castigo a los grandes partidos

Contempladas en clave nacional, varios eran en principio los principales puntos de atención de estas elecciones al Parlamento Europeo que ayer tuvieron lugar: comprobar los niveles de  abstención como reflejo de la desafección del electorado hacia la clase política; conocer la candidatura  o lista ganadora y en qué medida quedaban separados los principales contendientes; verificar hasta qué punto se habría resquebrajado el bipartidismo reinante; y constatar la implantación como fuerzas políticas  de alcance nacional de una serie de nuevas formaciones minoritarias. Pues bien, cerradas las urnas y conocidos los primeros resultados del escrutinio, puede decirse que ha habido de todo: confirmación o desmentido de temores y alguna que otra sorpresa.
En primer lugar, la abstención. No ha sido tanta como se pronosticaba. En realidad ha resultado prácticamente la misma e incluso menor que hace cinco años, dentro de la clásica baja participación en este tipo de elecciones. Pero ello precisa una no pequeña matización. Y es que si bien el porcentaje a nivel nacional apenas ha variado, no habría que pasar por alto que ello ha sido debido al aumento de la participación en Cataluña; alza que tiene su causa no tanto en  intereses o argumentos europeístas, cuanto en el proceso independentista allí en curso.
¿Ganador? El Partido Popular, con dos diputados más y  tres puntos en votos recibidos por encima del PSOE, tal como venían apuntando los sondeos más centrados. Otra cosa es que entre uno y otro hayan acaparado sólo el 49 por ciento de los sufragios emitidos. Esto es, 31 puntos menos que en las europeas de hace cinco años o, si se quiere, 24 menos que en las últimas generales. Enorme descenso de los dos grandes partidos.
Ello ha dado pie a una conclusión bastante generalizada: el bipartidismo ha muerto o, dicho en términos menos contundentes, el bipartidismo ha entrado en crisis. Y así ha sido, en efecto, a la vista de los llamados nuevos grupos minoritarios que han hecho su aparición o reforzado su presencia después de unas elecciones de ámbito nacional. En esta ruptura del sistema hasta ahora vigente quien peor parte se ha llevado ha sido el Partido Socialista.   
Como en tantas otras ocasiones, una parte del electorado ha preferido canalizar el voto de castigo a través de opciones más radicales, como ha sido el caso de Podemos, que con casi el ocho por ciento de los votos se convierte en la cuarta fuerza nacional.  Muy probablemente no faltarán quienes empiecen a hacer extrapolaciones pensando en las generales del año que viene.
Habrá, no obstante, que proceder con cautela, pues cada elección responde a un momento y a unos problemas determinados. Y todo o casi todo puede quedarse en flor de un día.

Castigo a los grandes partidos

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