Que el Gobierno negocie y acepte el apoyo de Bildu al proyecto de Presupuestos lo dice todo acerca de la falta de escrúpulos democráticos de Pedro Sánchez. Se diría que con tal de mantenerse en el poder no hay servidumbre que no esté dispuesto a aceptar.
Pero no deja de sorprender la naturalidad con la que se enmienda a sí mismo pues todos recordamos unas declaraciones suyas en las que aseguraba y repetía que nunca pactaría nada con Bildu, un partido que es el heredero de los postulados políticos de ETA.
Sánchez, que lleva algún tiempo dando carrete a Inés Arrimadas, podía haber ignorado a Bildu optando por el apoyo de Ciudadanos que cuenta con el doble de diputados que el grupo vasco. Pero no lo ha hecho. Habrá quien diga que actúa bajo la influencia de Pablo Iglesias el vicepresidente segundo del Gobierno, partidario de consolidar el bloque que sacó adelante la legislatura. En parte es así porque Sánchez carece de ideología y en cambio Iglesias tiene trazado un plan -desmontar desde dentro lo que despectivamente denomina “el régimen del 78”- que, en lo esencial, coincide con los postulados de los partidos nacionalistas radicales. De ahí que procure la cercanía de ERC y Bildu como compañeros de viaje.
Está publicado que Iglesias habría ofrecido a estos dos partidos “la transición más importante en 40 años para redefinir el Estado”. Avanzando en esa dirección cristaliza estos días la negociación de los Presupuestos como primer paso para consolidar lo que Iglesias ha denominado el “bloque de legislatura”.
Los Presupuestos, que por definición son prorrogables, les garantizan a Sánchez y a su auriga Iglesias completar la legislatura llegando hasta 2023. Por el camino, con la oposición dividida y en consecuencia sin mayoría posible de bloqueo en el Congreso, irán desarrollando una agenda política de la que ya conocemos alguno capítulos. La reforma del Código Penal a los efectos de modificar algunos tipos penales. O la plasmación de lo que se ha venido en llamar el “Ministerio de la Verdad”, antesala de un proyecto de organismo de censura quizás atenuado por las críticas generalizadas que está recibiendo.
El caso de Pedro Sánchez sabemos ya que sólo es un proyecto personal que se resume en la ambición de poder y de permanencia en su actual estatus. Lo de Pablo Iglesias es lo mismo pero con un objetivo político republicano que va más allá y que, no es ningún secreto, pasa por tumbar el régimen parlamentario surgido de la Transición. La sombra de los acuerdos con ERC y Bildu es alargada y va mucho más allá de la aprobación de los Presupuestos.