La calle como palanca para hacer política. Antes de ayer Podemos, ahora Vox. Podemos que nació y se forjó en las manifestaciones callejeras contra lo que denominaban la “casta”, en ocasión de la llegada del partido Vox al Parlamento de Andalucía convocó una manifestación en Sevilla bajo el lema “alarma antifascista”. Un año después, Vox ha convocado diversas manifestaciones para protestar por el sesgo político del Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez y del que forma parte Podemos. Vox interpreta que la nueva situación está en “manos del separatismo” y pone en “peligro la unidad de España”. La calle como instrumento para hacer política. En democracia es un recurso legítimo pero genera inestabilidad y es fuente de crispación que pasa de la política a la vida social. Es un camino que a Podemos con Pablo Iglesias a la cabeza le ha resultado tan rentable que se diría que ha mostrado el camino a Vox, el partido que se sitúa en sus antípodas. Los extremos, se tocan.
A Iglesias la agenda de la agitación le ha llevado al Consejo de Ministros, pero es dudoso que pueda suceder algo similar en el caso de Santiago Abascal. Por una razón capital: lo que ha conseguido unir a la izquierda española no se vislumbra en el caso de la derecha pese a que en Andalucía, Murcia y Madrid PP y Ciudadanos gobiernan con el apoyo parlamentario de Vox. Pero son acuerdos de conveniencia que los populares disimulan y Ciudadanos repudia aunque no hasta el punto de romperlos. El punto débil de la derecha española es su desunión. El “milagro” político que en su día consiguió la UCD que lideraba Adolfo Suárez hasta que la coalición de familias políticas que la formaban explotó se vio favorecido por las ansias de libertad y democracia de la mayoría de los españoles. Era un sentimiento transversal.
Ahora España es una democracia y las pulsiones sociales de la sociedad son diversas y en ocasiones antagónicas. Por eso creo que pese a su mejor disposición para liderar una oposición responsable que huya de los discursos catastrofistas, la tarea que aguarda a Casado, es ímproba. Es el líder de un PP que en el Congreso mira de reojo los escaños de Vox. Como todas las travesías del desierto también ésta va a poner a prueba la fortaleza de las convicciones y lo que es más difícil: la capacidad para sobreponerse a la adversidad. Adversidad frente a la que el poeta romano Ovidio recomendaba soportar y resistir en la esperanza de que algún día dicho esfuerzo llegaría a ser útil y sería recompensado.