Publicar o morir. Este es un lema muchas veces repetido en la ciencia de hoy en día. La publicación científica ha evolucionado hasta convertirse en un objetivo final cuando no debería ser más que una manera de medir la producción científica. El exigente sistema de evaluación académica y la mayor competencia entre un creciente número de grupos de investigación han sido dos factores claves en el devenir de esta situación.
Se estima que hay alrededor de 30.000 revistas que publican al año más de 2,5 millones de artículos, aumentando estos cada año un 5%. En este panorama han aparecido las revistas predadoras, publicaciones con una escasa revisión de los artículos que les llegan y cuyo único criterio es el dinero que perciben por parte de investigadores con pocos escrúpulos que ven en ellas la opción de incrementar sus currículos de una forma sencilla. Una prostitución de la publicación científica que es responsable de más de 500.000 artículos al año.
Todo este sistema de exigencia también afecta a revistas consideradas de prestigio. Es famosa la retractación de The Lancet tras haber publicado un artículo en el que se vinculaba a la vacuna triple vírica con una mayor incidencia del autismo, pero recientemente hemos tenido nuevos casos. Así, Nature acaba de retractarse de un artículo que demostraba la acción terapéutica de un producto homeopático y Plos One otro sobre mindfulness. En estos casos además de que la publicación de investigaciones sesgadas e incompletas no ayuda en el avance de la ciencia, también sirve para que determinados colectivos se amparen en estas publicaciones para justificarse. Aunque luego cuando se retractan no tienen el mismo interés en hacerlas públicas.
El caso es que ante esta perspectiva diversas voces se han alzado y reclaman la puesta en marcha de una nueva forma de entender y hacer ciencia, la Slow Science. Seguro que alguna vez han oído hablar de otros conceptos como la Slow Food. En este caso lo que se reclama es que las carreras científicas se valoren más por la calidad que por la cantidad de los artículos publicados y por una investigación más reflexiva y pausada. Algo que sin embargo choca de frente con las exigencias de una sociedad que no acaba de entender el ritmo lento de la buena ciencia y que demanda soluciones inmediatas para los problemas del futuro. Difícil encontrar el equilibrio entre ambos.