ENCUENTROS EN MONCLOA

Trátase de una vieja costumbre política: los dirigentes autonómicos son recibidos con todos los honores en Moncloa, para luego ser ellos en exclusiva –no sé muy bien por qué- quienes en rueda de prensa, en el mismísimo palacio presidencial, dén cuenta de lo tratado en el encuentro.

Inevitablemente, la versión que ofrecen suele ser sesgada y parcial. Les encanta, por ejemplo, decir eso de que el presidente del Gobierno ha estado “receptivo”, como dando a entender que éste se ha mostrado de acuerdo, aunque muy mucho sospecho que en no pocas ocasiones tal receptividad no pasa del “dejar hablar y oír”.

La prepotencia  del dirigente catalán Artur Mas es nota destacada de todas sus estancias en Madrid y de sus conversaciones con el presidente del Gobierno

Pero como Moncloa no suele ofrecer –ni antes ni ahora- mayores detalles sobre temas tratados y posiciones mantenidas en tales entrevistas, la versión y el protagonismo que de la reunión quedan son los que hayan querido dejar los presidentes autonómicos de turno. No entiendo mucho la mecánica informativa de este tipo de reuniones, pero, como digo, se trata de una vieja forma de proceder.

Días atrás han pasado por Moncloa el presidente vasco, Patxi López, y catalán, Artur Mas. Como en tiempos de Rodríguez Zapatero, el primero ha vuelto a ser ninguneado ostensiblemente, pues cuatro días más tarde de esa su conversación con Mariano Rajoy quien acudía al palacio presidencial era el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, pero no ya como interlocutor ordinario, sino como invitado especial a comer y a hablar en largo con el presidente.

De todas formas, las entrevistas que más juego suelen dar son las habidas con el presidente catalán. Desde Barcelona vienen precedidas por una prepotencia política que se mantiene durante toda su estancia en la capital del reino.

En esta ocasión, el “molt honorable” llegaba a Madrid para “rehacer una relación, que zozobra, entre Cataluña y España”. Y pidió lealtad entre las partes. Pero así decía al mismo tiempo que en un periódico alemán abogaba por la “emancipación de España” y amenazaba con “seguir su propio camino” si el Estado no accedía a conceder a Cataluña un concierto económico similar al del País Vasco; pretensión esta que para Artur Mas se ha convertido en una reivindicación sin la cual, como decía el viejo catecismo, no se puede principiar, ni continuar, ni concluir negociación conducente alguna para cualquier otro acuerdo. Por si fuera poco, el “molt honorable” se presentaba en Moncloa con unas “líneas rojas” ya trazadas por él mismo y que “por inteligencia política y emocional” no se debían tocar. Líneas rojas referidas nada más y nada menos que a las políticas identitarias, relacionadas con la inmersión lingüística y el cumplimiento de determinadas sentencias judiciales. Pero eso, ni se toca. Por lo que se ve, la lealtad es para él algo de sentido único. No tiene ida y vuelta.

 

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