Desde mediados del año 2016 hasta ahora este túnel ha tenido seis incidentes graves, sin contar las inundaciones, por los que se tuvo que suspender el tráfico rodado en su interior, pero sin dar facilidades al conductor para usar el espacio superior para dirigirse a Monte Alto y Ciudad Alta, cuyos entornos han quedado aislados de las tradicionales vías de comunicación y se han convertido en guetos motorizados. Sobre ellos pende la espada de Damocles de si hoy el túnel estará abierto o cerrado y las caravanas que deberá soportar estoicamente el conductor en su vehículo. Mientras en Palacio, se lavan las manos como Pilatos y afirman que no se reabrirá la zona peatonal de la Marina para aliviar la urgencia del tráfico, pese al caos que se ha generado y que volverá suceder en cualquier instante.
Ya se le hicieron saber al anterior gabinete las consecuencias de esa única vía para que los vehículos accedan a las zonas altas de la ciudad. Había que contar con una serie de puntos de seguridad y evacuación inmediata para evitar lo que resulta inevitable por la falta de capacidad para solucionar los problemas ciudadanos, y la motorización es de los más acuciantes. Pero ni los anteriores ni los que ahora están son capaces de comprender que el desarrollo urbano tiene mucho que ver con el automóvil y que sin él no se puede vivir en ningún sentido. La Marina es un despropósito tal y como está concebida.
La oposición municipal alza la voz en este asunto, pero no tiene ahora razón para hacerlo, si cuando estuvo dirigiendo las riendas del municipio no tomo las pertinentes resoluciones para que este y otros casos no afectasen al ciudadano y en cambio se siguió adelante con el plan y no se reformó en la parte de seguridad que era preciso para evitar estas circunstancias que ahora tiene que padecer el ciudadano. Está claro que la oposición no tomó cartas en el asunto cuando debía hacerlo y ahora la Marea está en un no saber qué hacer, porque nada ha hecho desde su llegada al Ayuntamiento. El puesto le ha quedado muy grande para su capacidad de reacción y trabajo; no estaba preparada para solucionar semejante problema y todavía lo ha complicado más con sus medidas.
Con el refuerzo de las señales, como anuncia el Ayuntamiento, no se soluciona un problema creado de la nada. No existía cuando el tráfico rodado circulaba por la superficie. Ahora que lo hace bajo tierra no hay vías de escape alternativas para todos los vehículos que se dirigen hacia la parte alta de la población. De modo que no queda otro remedio que volver sobre los pasos y dar servicio por la vía de superficie al tráfico rodado cuando las necesidades lo requieran. Si no el caos del tráfico acabará por congestionar toda la ciudad y sin solución alguna se corre el riesgo de estar permanentemente en situación de que puede acontecer un día sí y otro también. Esta incertidumbre no beneficia a nadie y perjudica a todo el mundo. El combustible no lo regalan y está a precio de oro en los sitios de repostar. Salvo que el Ayuntamiento lo subvencione.