Stefan Zweig

En el Rosalía, Ciclo Principal, en funciones de viernes y sábado con aforo completo, Startis Producciones en coproducción con Hiperbólica Producciones en escena la obra Una hora en la vida de Stegan Zweig de Antonio Tabares, dirigida por Sergi Belbel. Al acceder a la sala, a telón alzado, con espacio escénico de Max Glaenzel, nos esperan los actores Roberto Quintana, en el papel de Zweig (muy bien caracterizado), que está en su mesa de trabajo escribiendo unas cartas con las que se despedirá del mundo, y su esposa, Lotre Altman, interpretada por Celia Vioque, sentada en un sillón leyendo unos papeles a la luz de una lámpara de pie.
La obra recrea las últimas horas del escritor y su segunda esposa y secretaria, 25 años más joven que él, que en la tarde del 22 de febrero de 1942, en su exilio brasileño, se quitaron la vida. El matrimonio prepara meticulosamente todos los detalles para que nada falle, pero se ven interrumpidos por la llegada de un exiliado judío recién llegado de Europa que lleva consigo una carta de recomendación del amigo del escritor Richard Strauss. Zweig se siente obligado a atenderlo , pero a medida que van conversando duda si realmente es un judío o un agente al servicio de los nazis. El visitante, Fridman, interpretado por Íñigo Núñez, muestra un indisumulado interés por una lámina de William Blake, que durante años perteneció al escritor, pero su visita permitirá ahondar en las distintas posturas de los tres personajes ante la vida, la muerte, el miedo, el exilio, las guerras, la libertad o la huida de un mundo que horroriza. La obra repasa también algunas de las obras más emblemáticas del esritor austríaco y nos muestra el descontento con lo que está sucediendo en Europa, una reflexión profunda sobre la decencia de Occidente y, por extensión, sobre lo absurdo de la existencia.
El personaje de Lotte, resulta entrañable, ya que se suicida simplemente por amor, por seguir hasta el final al hombre que ama, aunque sienta que no es correspondida de la misma manera, ya que el fantasma de la primera esposa, Friderike, ronda durante toda la obra, como si fuese un personaje más.
El dramaturgo canario huye en todo momento de lo morboso. Antes de llevar a cabo su resolución la pareja decide ir a pasear y contemplar un bonito atardecer.

Stefan Zweig

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