Una de cal y otra de arena

Recientemente se vienen de publicar los resultados de una nueva encuesta de percepción social de la Ciencia. Y los resultados que arrojan esta consulta a más de 6.000 españoles sobre su interés científico son un tanto preocupantes. Uno de los más llamativos es que uno de cada cuatro confía en los curanderos para tratar sus enfermedades. Tampoco tranquiliza saber que el 52,7% cree en los productos homeopáticos. 
Las pseudoterapias son peligrosas. Hasta ahora se había permitido su convivencia siempre que resultaran inocuas. Pero ya se ha visto que es insuficiente, cuando hay pacientes que abandonan tratamientos con base científica para seguir las proclamas de curanderos iluminados que les acaban costando la vida. Un problema al que el Gobierno parece querer ponerle freno antes de que se agrave. 
Así la Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, ha afirmado que se está trabajando en ello. 
Entre las medidas que se apuntan está la creación de un registro de profesionales sanitarios que favorezca el control de titulados para detectar más fácilmente los posibles fraudes en la titulación o mejorar la formación de ciudadanos y pacientes, estimulando su sentido crítico ante centros y tratamientos que no tienen garantías.
Pero al mismo tiempo nos encontramos como se apoyan desde organismos oficiales ciertos actos que contradicen este espíritu combativo frente a las pseudoterapias. 
El último ejemplo lo hemos tenido en Pamplona. Allí nos encontramos a Josep Pamies dando una charla en el marco de unas jornadas de agricultura ecológica. Para quien no lo conozca, Pamies se ha autodefinido como un campesino sin ninguna formación médica. 
Entre otras perlas suyas están las de negar la existencia del VIH, asegurar que la quimioterapia mata a las personas, que las vacunas causan autismo o que un producto llamado MMS (que no deja de ser una lejía) puede curar el cáncer, el ébola y todo lo que se le ponga por delante. 
En la promoción de la charla nos encontramos entre otros los logos del Gobierno de Navarra y del Ayuntamiento de Pamplona. 
Dos instituciones que no sé hasta qué punto son conscientes del paraguas que están ofreciendo a una persona cuyo discurso atenta tan gravemente contra la salud pública. 
Y no, no es una cuestión de libertad de expresión cuando desde organismos públicos se ceden tribunas que pueden servir de altavoz para la propagación de mentiras y falsedades.
 

Una de cal y otra de arena

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