El fascio que viene

Si un tipo es capaz de llevar a alguien como Trump a la presidencia del país más poderoso del mundo, es capaz de cualquier cosa igualmente aterradora, o más si cabe. Ese tipo se llama Steve Bannon y sí cabe, cuando menos para los europeos, algo más aterrador que lo de Trump: la creación de una especie de Internacional de extrema derecha que, con los mimbres que tiene y con los que va pillando aceleradamente, planea hacerse con el poder político de Europa. Dicha Internacional, pese a que concurriría a las próximas elecciones europeas con otro nombre, llevaría, si se impusiera la propuesta del exjefe de campaña de Trump, uno que a los españoles nos suena mucho y que nos aterraría particularmente: El Movimiento.
Fascio, como todo el mundo sabe, es palabra italiana que significa lazo, haz, liga, y en su actual reencarnación renueva sus fundamentos clásicos de nacionalismo, xenofobia, racismo y tiranía con lo más tóxico y despiadado que es capaz de destilar el ser humano del siglo XXI. Como lazo, haz, liga, cifra su éxito futuro, presente, en nuestro indiscutible refrán “Dios los cría y ellos se juntan”, y, en efecto, ya se están juntando. Del corazón de Europa, de la Europa reventada y envilecida en el siglo XX por el nazifascismo precisamente, y reconstruida con tantas fatigas con los materiales de la libertad y de la democracia rescatados de los escombros, ha ido brotando en los últimos años aquí y allá, en Italia, en Francia, en Austria, en Polonia, en Hungría, el peyote con el que el Fascio pretende alucinar y cautivar al electorado.
Los neofascistas ya no visten de negro, ni de pardo, ni de azul, sino ternos normales, y no apelan a Roma, ni a Germania, ni al Imperio soleado, sino a la pasta y a la seguridad, esto es, al miedo. Y, por supuesto, a la identidad y a su supremacía, al estilo del “América first” del gran orate: Italia primero, Francia primero, ¿España primero? Según VOX, que se presentó el otro día en sociedad como partido de masas en ciernes, España también lo primero, y teniendo en cuenta su añoranza del Fascio propio, el franquista, no sería raro que terminara en ese haz, en ese lazo, en esa liga que se anda formando, si bien sus promotores preferirían, según insinúan, a Casado, que tiene más masas o más posibles para irlas creando.
El Fascio que viene, viene para quedarse. Y para quedarse, como siempre, con todo.

El fascio que viene

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