Si echo la vista atrás no puedo por menos que sentir nostalgia. Y si miro el presente no puedo dejar de sentir decepción.
Nostalgia por la ilusión que logro imprimir Alexis Tsipras no solo a la sociedad griega sino también a muchos ciudadanos de la Unión Europea que pensaban, que pensábamos, que desde Bruxelas, desde las instituciones de la Unión Europea, se estaba acogotando a los países del sur y hacía falta que alguien les plantara cara.
De manera que cuando Alexis Tsipras ganó en las urnas al frente de su formación política Syriza muchos sentimos que también estábamos ganando con aquellas elecciones.
Pero cuatro años después sus conciudadanos le han dado la espalda. No solo no ha cumplido sus promesa sino que la Grecia de hoy continua desolada por los efectos de la crisis.
Tsipras ha terminado de acogotar a la clase media hasta casi hacerla desaparecer, y quienes menos tenían aún tienen menos.
Por eso los griegos han decidido dar un giro de trescientos grados votando a Kyriako Mitsotakis el líder de Nueva Democracia. Es decir han puesto el Gobierno en manos de la derecha esperando que den respuesta a sus problemas.
Pero la pobreza de Grecia, su situación desesperada, no solo es culpa de los políticos griegos, que también. Hay una responsabilidad de la que nadie habla pero que se puede contrastar: la de la Unión Europea y concretando la de algunos de los países de la Unión Europea como Alemania.
Por ejemplo, la industria armamentista vendió a Grecia lo que sabían que no podían pagar. Les dieron créditos que también sabían que no podían pagar. Contribuyeron a que fuera engordando una deuda que sabían que no podían pagar. Y entre medias claro, muchos políticos corruptos se enriquecieron dando el visto bueno a esas compras que sabían que el país no podría pagar.
Cuando estalló la crisis del 2008 desde Bruxelas decidieron que la única manera de afrontarla era imponer una durísima austeridad a los países del sur. Y la impusieron sin importarles que quienes sufrían las consecuencias de esa austeridad eran las clases más desfavorecidas. Sucedió también en Portugal y en España. La señora Merkell estaba obsesionada con la austeridad y esa política de austeridad ha provocado auténticas catástrofes en las vidas de miles de ciudadanos de la Unión. No, no hicieron bien las cosas desde Bruxelas. Y como consecuencia de no hacer bien las cosas empezaron a aflorar con fuerza partidos populistas en toda Europa. Muchos no quisimos ver que Siryzas era también una fuerza populista.
Por eso cuando Alexis Tsipras parecía que iba a ser capaz de hacer políticas que no hicieran sufrir más a la gente despertó un gran entusiasmo en Grecia y también en otros países de la UE. Hoy, cuatro años después sus conciudadanos le han mandado a casa y con él se van muchas de nuestras ilusiones. Pudo ser pero no fue.