No está claro si la tigresa se había comido a doce o trece personas, pero sí estaba claro que a T1, así la habían bautizado, le gustaba la carne humana. Vivía en el estado indio de Marahasta y se montó una superoperación para abatirla: cazadores, guardabosques, perros, elefantes, drones... hasta se empleó perfume Obsseison for Man, de Calvin Klein, que, al parecer atrae a los grandes felinos –ya hay quién va a probar si también le gusta a otro tipo de gatas– y, al final, un certero disparo acabó con su vida. A lo mejor se puede embotellar el cheiro a Bens, que igual atrae a los jabalíes y se acaba con la invasión de porcos bravos.