Casi dos años antes de que la exministra Tejerina se refiriera al bajo nivel escolar de los niños andaluces en comparación con los de su comunidad castellano-leonesa, ya lo había así establecido con números y datos en la mano el gran evaluador internacional de los sistemas educativos que son las pruebas PISA. Por tanto, la dirigente popular no se inventa nada. No se sabe muy bien, pues, a qué ha venido la escandalera suscitada.
Como se sabe, el programa para la evaluación internacional de estudiantes (PISA por sus siglas en inglés) está promovido por la OCDE, se aplica cada tres años y busca conocer en qué medida los muchachos de 15 años son capaces de utilizar los conocimientos y habilidades necesarios para hacer frente a las situaciones y desafíos que les plantea la sociedad actual.
Pues bien, una de las conclusiones más llamativas de la última estimación llevada a cabo en lo que a nuestro país se refiere fue la enorme brecha existente entre las distintas comunidades autónomas. En comprensión lectora, por ejemplo, la separación entre la primera clasificada (Castilla y León) y Andalucía (penúltima) fue de 43 puntos; en matemáticas (segunda y penúltima, respectivamente) de 40, y en ciencias (primera y última), de 46. Balance bastante peor que en 2012.
Y como los técnicos de la OCDE –no la ex ministra Tejerina– tienen convenido que 30 puntos equivalen a un curso escolar, bien pudo concluir ésta, haciendo la trasposición correspondiente, que lo que sabe un niño andaluz de diez años es lo que en Castilla y León sabe uno de ocho. Lo dicho: dos años de distancia.
Como gran matrona herida en el honor de sus hijos reaccionó la presidenta andaluza, Susana Díaz, hablando de desprecio e insulto a su comunidad. Que ella se haya pronunciado de tal manera es comprensible. Los pésimos resultados de PISA y su retroceso relativo sobre ediciones anteriores significan una severa desautorización de la calidad del sistema educativo imperante de Despeñaperros para abajo tras casi cincuenta años ininterrumpidos de gobiernos socialistas con competencias plenas en la materia. Y este estigma –también político– fue lo que quiso quitarse de encima la presidenta con el desvío sensiblero de la atención hacia los pobrecitos niños.
Lo que no se entiende, sin embargo, es que el propio candidato del PP a la Junta, Juan Manuel Moreno, hombre de Sáenz de Santamaría asumido por Pablo Casado, saliera al paso de las declaraciones de su compañera de partido y manifestara no compartir las palabras de la ex ministra, cuando él , estando como está en precampaña electoral, debería estar aireando un día sí y otro también tales datos, avalados como vienen por quien vienen.
Ello da idea del blandito candidato que es y del problemático horizonte electoral que espera al partido en las elecciones de dentro de mes y medio.