José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) ha recibido este año el Premio Miguel de Cervantes, el galardón más importante de las letras en español. El presidente del jurado, Darío Villanueva, secretario de la RAE, glosó la figura del poeta en los siguientes términos: “Su primera dedicación fue poética y la ha mantenido viva hasta hoy mismo. No ha guardado la pluma y sigue presente en nuestro repertorio de hoy. Fue evolucionando hacia una novela que nunca renunció a la poesía de la palabra, es un fabulador de historias y un maestro en el uso del idioma”.
Este premio le llega a Caballero Bonald cuando se cumplen sesenta años de su primer poemario, “Las Adivinaciones”, y cincuenta de su debut novelístico, “Dos días de septiembre”.
Para él la poesía es una mezcla de música y matemáticas. Se refiere a la búsqueda incesante de aquellas palabras que mejor combinen o sirvan para transmitir lo que el autor quiere desde el significado y la sonoridad.
Es uno de los poetas más destacados de la segunda mitad del siglo XX, pero no es sólo poeta, es un escritor total que abarca la novela, las memorias o el ensayo. También indagó sobre todos los aspectos que rodean la cultura del flamenco.
Entre sus novelas destacan “Ágata, ojo de gato” y “Toda la noche oyeron pasar pájaros”. De su poesía se podría mencionar “Descrédito del héroe”, “Laberinto de fortuna” y “Somos el tiempo que nos queda”, donde se recopilan, prácticamente, todos los poemas que ha publicado.
¿Por qué somos el tiempo que nos queda?, el futuro. ¿Acaso el pasado es insignificante? Para el autor existe un equilibrio de gran importancia entre el tiempo vivido y el que nos queda. “Pues yo pienso lo que tengo que hacer en función, no sólo, de lo que me queda por vivir, sino también y fundamentalmente por lo que he vivido”.
Hace unos años, Caballero Bonald, manifestó su decisión de escribir únicamente poesía, pese a que nunca había abandonado totalmente este estilo. Su obra es suficientemente ilustrativa de los borrosos límites existentes entre la poesía y la narrativa. Lo que en realidad ocurre es que la poesía viene a intensificar lo que la narrativa disemina, pero al cabo la tensión es la misma.
En su último libro, “Entreguerras”, afirma que “la literatura no es sino un proceso electivo de circunlocuciones subterfugios requerimientos perífrasis tapujos”. Este poemario está dividido en dos partes, cada una con un subtítulo: “Tiempo de Guerras Perdidas”, que parece aludir a su primer tomo de sus memorias, y “O de la naturaleza de las cosas”. Este libro termina con los siguientes versos: “Mientras musito escribo una vez más la gran pregunta incontestable ¿eso que se adivina más allá del último confín es aún vida?
No falta quien ha llegado a reconocer que en sus nuevos libros de poesía, tras el memorable “Manual de Infractores”, hay una manifiesta voluntad de expresar los términos de una disidencia sistemática (contra el rumbo de las cosas del mundo) y, a la vez, una cierta complacencia rapsódica al recordar y volver sobre lo personalmente vivido, creído o gozado y comprobar que no fue en vano.
Caballero Bonald no cuenta historias, las crea. En su obra es fundamental la imaginación, la sensación, la sorpresa de lo inesperado. Buena prueba de ello es que sus poemas no narran, sino que evocan, siendo una invitación a pensar de otro modo. En ellos se manifiesta, de forma escandalosa, el aullido de la libertad, la lúcida voluntad de decir las cosas de otro modo.