la ley antitabaco cumple quince años como un fracaso. Así como las restricciones en otros ámbitos han mejorado las estadísticas –es el caso de las normas viales y la reducción de los fallecimientos–, con los cigarrillos la cosa no funciona. Un 32,3% de la población de entre 15 y 64 años, 10,5 millones de personas, están entregadas al pitillo, prácticamente las mismas que en 2005, cuando un 32,8% de los españoles se declaraban fumadores. Con este panorama y la firme intención por parte del Gobierno de complicar todo lo posible el camino hacia el cáncer de pulmón, el plan pasa por la ampliación de los espacios sin humo o la subida de los precios del tabaco. También se espera que se intensifiquen las campañas para disuadir a los ya fumadores de seguir con su afición y a los interesados de empezarla. Pero tampoco hay que esperar demasiado, esto es cuestión de voluntad, no de conciencia.